LIZET LEÓN, CRUZADA DE SANTA MARÍA, 28 AÑOS PARA DIOS
= Homilía del P. Ramón Castejón en la Misa=funeral, 1 de enero 2015=
Sigo conmovido por lo que he podido vivir hoy, 1 de enero del 2015, en Lima, Ciudad de los Reyes, en la misa funeral de una joven -28 años- egresada de la Facultad de Ciencias Políticas de la PUCP, que en este momento estaba cursando su Maestría en Santiago de Chile.
Nacida en Cajamarca, 28 de diciembre de 1986, al llegar a la PUCP, quiso comprometerse con las misiones universitarias, participó en campamentos y Ejercicios Espirituales y su vida dio un vuelco completo. Cristo se convirtió en el Amor de su vida, comenzó a vivir su bautismo en el día a día, en su casa, en medio de sus amistades, en sus estudios, en toda su vida, y se hizo militante de Santa María; más adelante, se consagró en el Instituto Secular de las Cruzadas de Santa María.
El día 25, fiesta de Navidad, se sintió mal, le diagnosticaron cáncer. El médico se lo comunicó sin ningún género de duda:
- Entonces, ¿quiere decir que me voy con Jesús?
- . Sí, te vas con Jesús.
- ¡Qué bien, no lo esperaba!
Tres días después, día 28, su cumpleaños, -como diría su fundador el Siervo de Dios, P. Tomás Morales- comenzó a vivir para siempre. Su Navidad se hizo eterna. Eran las 3 de la tarde, la hora de la Divina Misericordia, por la que tenía tan particular devoción.
Los papás –con gran paz y contenido dolor- manifestaban el orgullo y la gratitud por el regalo del Cielo. Sus compañeras daban testimonio de su generosidad, su celo apostólico, su radicalidad, su alegría.
Se cumplen 25 años de la partida para el Cielo de la primera cruzada, Juani Benito, con 24 años de edad. Lizet es la primera de América, con 28. Nos encontramos en el Año de la Vida Consagrada y el V Centenario de Santa Teresa.
La liturgia vivida tuvo momentos de cielo, hasta las gotas de lluvia quisieron –tímidamente- acompañarnos. Un momento emocionante fue cuando el féretro fue rodeado por una larga cinta que contenía el nombre de todas las cruzadas, sus hermanas, que querían simbolizar su gran amor hasta el Cielo.
La homilía fue pronunciada por el P. Ramón Castejón, S.J., capellán de las Cruzadas, quien ha tenido la generosidad de compartírnosla y que agradezco de corazón.
Si del P. Alberto Hurtado se escribió que fue "una visita de Dios a Chile", de Lizet León podemos concluir que ha sido una visita –en tiempos de Navidad a Chile– y al Perú.
Homilía del P. Ramón Castejón, S.J. en la Misa de Funeral
"El Señor se fije en ti y te conceda la paz". En la jornada mundial de la paz Dios ha llamado a Lizet en forma inesperada y en la plenitud de su vida para vivir a su lado en la paz eterna. El 28 de diciembre, día en que cumplía 28 años. El 10 de noviembre pasado vino a despedirme al aeropuerto de Santiago de Chile. Le dije: "Hasta el 15 de enero, cuando vengas para los Ejercicios". No sabíamos que nos despedíamos hasta la eternidad.
Hoy le damos sepultura en la solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Fiesta muy importante para las Cruzadas de Santa María. Por eso elegimos la liturgia del día. Lizet amó apasionadamente a la Virgen María, se puso confiadamente en sus manos. La Virgen María la cuidaba, la dispuso para el encuentro con Jesús. Y hoy celebra al lado de María esta fiesta de su maternidad divina.
Era un alma transparente, totalmente entregada Dios, con una absoluta disponibilidad para acoger sus planes. Alegre, sencilla, entusiasta, con mucho espíritu apostólico. Colaboraba en la pastoral universitaria. Llevaba además el grupo de juveniles de la Milicia de Santa María en Santiago de Chile.
Dice el libro de la Sabiduría: "Consummatus in brevi, explevit tempora multa": En una vida breve, realizó la labor de muchos años. Con paz Lizet recibió del médico la noticia de que se iba a morir: "¡Qué alegría, me voy para estar con Jesús!". Lo que dice el salmo: "¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor!".
San Pablo nos da un mensaje para este día: "No se aflijan como los que no tienen fe. No estén tristes, pues el gozo en el Señor es su fortaleza". Otros pasajes nos dicen que "la vida de los justos está en manos de Dios. El grano de trigo se corrompe bajo tierra pero de ahí surge una vida nueva".
Un himno de la liturgia dice:
"Dejad que el grano se muera y venga el tiempo oportuno;
dará cien granos por uno la espiga de primavera.
Mirad que es dulce la espera cuando los signos son ciertos;
tened los ojos abiertos y el corazón consolado:
si Cristo ha resucitado resucitarán los muertos!"
Y en esa fe y seguridad de que la muerte no es el final de la vida sino el comienzo de la vida verdadera, la vida eterna con Cristo, nos reunimos para orar por ella. "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mi, aunque haya muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre"
"Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad" dice el V.II. Y en el Credo proclamamos nuestra fe en la resurrección de la carne y en la vida del mundo futuro.
Cristo resucitó. Él es Resurrección y vida para los que creen en Él: Cristo es cabeza de la Iglesia; el cuerpo resucitará con la cabeza.
El día en que cumplía 28 años. Dice el Salmo 102: "Los días del hombre duran lo que la hierba, florecen como flor del campo que el viento la roza y ya no existe, su terreno no volverá a verla. Pero la misericordia del Señor dura siempre"
Sin embargo, quienes aman mucho a Dios sienten como santa Teresa:
"¡Ay, qué larga es esta vida, qué duros estos destierros!
esta cárcel y estos hierros en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida me causa un dolor tan fiero
que muero porque no muero!"
Lizet siguió con fidelidad hasta la muerte su vocación. Es muy acertada la proposición de S. Ignacio para cuando alguna persona tiene que tomar una decisión importante: "A la hora de la muerte, ¿qué decisión me gustará haber tomado sobre este asunto?" Seguro que Lizet en esa hora estaba gozosa de haber seguido la llamada del Señor.
Porque "creemos en la comunión de los santos", creemos en la eficacia de la oración por los difuntos. Por eso nos reunimos para orar por Lizet, para que, de la mano de María, el Señor la acoja amorosamente.
Lizet ha sido modelo y ejemplo para todas las Cruzadas de fidelidad, generosidad, amor a las almas. Supo ir contra corriente para ser fiel al evangelio, y ha experimentado ya lo que dice una de sus Reglas: "La Cruzada, habiendo vivido durante su vida el espíritu de Nazaret, llevándolo a los demás, tendrá el consuelo de encontrarse con la Virgen y San José en el momento de la muerte para empezar a reinar eternamente con Cristo Jesús bajo cuyas banderas se glorió en militar a su paso por el mundo" (R. 27)
Lizet deja un puesto importante en la Cruzada de Santa María.
Dios quiera que alguna o algunas de las jóvenes aquí presentes vengan a ocuparlo.
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