MENSAJE DEL PAPA BENEDICTO XXI
A LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA CON MOTIVO DE SU XIV ASAMBLEA GENERAL
CIUDAD DEL VATICANO, martes 10 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el texto del mensaje que el Papa XVI ha enviado a los participantes a la XIV Asamblea General de la Acción Católica Italiana, que se ha celebrado en Roma del 6 al 8 de mayo sobre el tema "Vivir la fe, amar la vida. El compromiso educativo de la Acción Católica".
¡Queridos amigos de la Acción Católica Italiana!
Estáis reunidos en vuestra Asamblea general sobre el tema: Vivir la fe, amar la vida. El compromiso educativo de la Acción Católica, para reafirmar vuestro amor a Cristo y a la Iglesia y renovar el camino de vuestra Asociación, con el compromiso de asumir plenamente vuestra responsabilidad laica al servicio del Evangelio. Sois adolescentes, jóvenes y adultos que se ponen al disposición del Señor en la Iglesia con un compromiso solemne, público, en comunión con los Pastores, para dar un buen testimonio en todos los ámbitos de la vida. Vuestra presencia es omnipresente en las parroquias, en las familias, en los barrios, en los ambientes sociales: una presencia que vivís en la cotidianidad y en la aspiración a la santidad. Vuestros niños y chicos, adolescentes y jóvenes quieren ser festivos y felices, generosos y valientes, como el beato Pier Giorgio Frassati.
Tenéis el empuje de la dedicación en la construcción de la ciudad y valentía de servicio en las instituciones, como Vittorio Bachelet, como el beato Alberto Marvelli, como Giuseppe Toniolo, que pronto será proclamado beato. En vuestro proyecto de formación humana y cristiana queréis ser amigos fieles de Cristo, como las beatas Pierina Morosini y Antonia Mesina, COMO LA VENERABLE ARMIDA BARELLI. Queréis reavivar nuestras comunidades con niños fascinantes por la pureza de su corazón, como Antonietta Meo, capaces de atraer también a los padres, a Jesús. Cuando acojo a vuestros jóvenes con ocasión de la Navidad o del mes de la paz, me quedo siempre admirado de la autenticidad con la que comunican la alegría del Señor.
Me reuní el año pasado, en octubre, con vuestros adolescentes y los jóvenes, comprometidos y alegres, amantes de la verdadera libertad que les conduce a una vida generosa, a un apostolado directo. Tienen ante sí el ejemplo de hombres y mujeres contentos con su fe, que quieren acompañar a las nuevas generaciones con amor, con sabiduría y con la oración, que pretenden construir con paciencia tejidos de vida comunitaria y afrontar los problemas más apremiantes de la vida cotidiana de la familia: la defensa de la vida, el sufrimiento de las separaciones y del abandono, la solidaridad en las desgracias, la acogida de los pobres y de los apátridas. Os siguen presbíteros asistentes que saben bien que significa educar a la santidad. En las diócesis estáis llamados a colaborar con vuestros obispos, de manera constante, fiel y directa, en la vida y en la misión de la Iglesia. Todo esto no nace espontáneamente, sino con una respuesta generosa a la llamada de Dios de vivir con plena responsabilidad el Bautismo, la dignidad del ser cristianos. Por esto os organizáis en asociaciones con ideales y calidades precisas como lo indica el Concilio Ecuménico Vaticano II: una asociación que tiene la finalidad apostólica de la Iglesia, que colabora con la jerarquía, que se manifiesta como cuerpo orgánico y que recibe de la Iglesia un mandato explícito (cfr.Decr. Apostolicam actuositatem, 20). Sobre la base de lo que sois, querría, queridos amigos, en los pasos de mis venerados Predecesores, confiaros algunas indicaciones de compromiso.
1. La perspectiva educativa
En la línea marcada por los obispos de las iglesias situadas en Italia, estáis particularmente llamados a valorar vuestra vocación educativa. La Acción Católica es una fuerza educativa cualificada, sostenida por buenos instrumentos, por una tradición centenaria. Sabéis educar a los niños y a los jóvenes con la ACR, sabéis llevar a cabo recorridos educativos con adolescentes y jóvenes, sois capaces de una formación permanente para los adultos. Vuestra acción será mayormente incisiva si, como ya hacéis, trabajáis más todavía entre vosotros con una óptica profundamente unitaria y favorecéis colaboraciones con otras fuerzas educativas sean eclesiales o civiles. Para educar es necesario ir más allá de la ocasión, el momento inmediato, y construir, con la colaboración de todos, un proyecto de vida cristiana fundado sobre el Evangelio y sobre el Magisterio de la Iglesia, poniendo en el centro una visión integral de la persona. Vuestro Proyecto Formativo es válido para muchos cristianos y hombres de buena voluntad, sobre todo si pueden ver en vosotros, modelos de vida cristiana, de compromiso generoso y gozoso, de interioridad profunda y de comunión eclesial.
2. La propuesta de la santidad
Vuestras asociaciones son gimnasios de santidad, en la que os entrenáis con dedicación plena en la causa del Reino de Dios, en un sistema de vida profundamente evangélica que os caracteriza como laicos creyentes en los lugares de la vida cotidiana. Esto exige oración intensa ya sea comunitaria o personal, la escucha continuada de la Palabra de Dios, y una asidua vida sacramental. Es necesario hacer del término "santidad" una palabra común, no excepcional, que no designe sólo a estados heroicos de vida cristiana, sino que indique en la realidad de todos los días, una respuesta decidida y una disponibilidad a la acción del Espíritu Santo.
3. La formación al compromiso cultural y político
Santidad dignifica también para vosotros darse al servicio del bien común según los principios cristianos, ofreciendo, en la vida de la ciudad, presencias cualificadas, gratuitas, rigurosas en los comportamientos, fieles al magisterio eclesial y orientadas al bien de todos. La formación en el compromiso cultural y político representa para vosotros, por tanto, una labor importante que exige un pensamiento plasmado del Evangelio, capaz de debatir ideas y propuestas válidas para los laicos. Este es un compromiso que se cumple sobre todo, a partir de la vida cotidiana, de madres y padres que luchan en los desafíos de la educación de los hijos, de trabajadores y de estudiantes, de centros de cultura orientados al servicio del crecimiento de todos. Italia ha atravesado periodos históricos difíciles y ha salido de ellos reforzada, también gracias a la dedicación incondicional de los laicos católicos, comprometidos con la política y las instituciones. Hoy la vida pública del país exige una respuesta ulterior y generosa por parte de los creyentes, para que pongan a disposición de todos, sus propias capacidades y fuerzas espirituales, intelectuales y morales.
4. Un amplio compromiso en la gran conmoción del mundo y del Mediterráneo
Os pido finalmente, que seáis generosos, acogedores, solidarios y sobre todo, comunicadores de la belleza de la fe. Muchos hombres, mujeres y jóvenes se ponen en contacto con nuestro mundo, que conocen superficialmente, cegados por imágenes ilusorias, y que necesitan no perder la esperanza, no vender su dignidad. Tienen necesidad de pan, de trabajo, de libertad, de justicia, de paz, de que se reconozcan sus propios e inderogables derechos de Hijos de Dios. Necesitan la fe, y nosotros podemos ayudarles, respetando sus convicciones religiosas, en un intercambio libre y sereno, ofreciendo con sencillez, franqueza y celo nuestra fe en Jesucristo. En la construcción de la historia de Italia, la Acción Católica -como ya escribí al Presidente de la República con ocasión del 150 aniversario de la Unidad de Italia- tuvo una gran papel, esforzándose en mantener unidos el amor a la patria y la fe en Dios. Esparcida por todo el territorio nacional, también hoy puede contribuir a crear una cultura popular, difundida, positiva, y formar personas responsables, capaces de ponerse al servicio del país, como en el periodo en el que se elaboró la Carta Constitucional y se reconstruyó el país después de la II Guerra Mundial. La Acción Católica puede ayudar a Italia a responder a su peculiar vocación, colocada en Mediterráneo, encrucijada de culturas, de aspiraciones, de tensiones que exigen una gran fuerza de comunión, de solidaridad y de generosidad. Italia siempre ha ofrecido a los pueblos cercanos y lejanos, la riqueza de su cultura y de su fe, de su arte y de su pensamiento. Hoy vosotros, cristianos laicos, estáis llamados a ofrecer con convicción, la belleza de vuestra cultura y las razones de vuestra fe, más allá de la solidaridad fraterna, para que Europa este a la altura del desafío actual de la época.
Dirijo a toda la Asamblea mi saludo más cordial, saludo al Presidente, el profesor Franco Miano, el Asistente general, monseñor Domenico Sigalini, y a todos los delegados, y a todos y cada uno de la gran familia de la Acción Católica envío una especial Bendición Apostólica.
Desde el Vaticano, 6 de mayo 2011
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