domingo, 7 de febrero de 2010

LA PALABRA DE DIOS, ALIMENTO Y VIDA DE LOS INSTITUTOS SECULARES

Objetivo:

La vida consagrada secular, como discípula misionera, valora la Palabra de Dios como vida y alimento espiritual, imprescindible para asumir el gran desafío misionero de nuestra vocación, a lo largo de América Latina y el Caribe.

INTRODUCCIÓN

El tema general de este Congreso, nos coloca en situación de introspección, análisis y valoración frente al gran "desafío misionero de nuestra vocación como consagrados seculares en América Latina y el Caribe", muy en consonancia con la situación de los pastores y todo el pueblo de Dios inmerso ya en la Gran Misión Continental, nacida de la necesidad urgentísima y sentida de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y el Caribe, por un lado, y por otro el Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia (5-26 de octubre de 2008), nos ha ofrecido la oportunidad de ponernos en sintonía con la Iglesia universal, acogiendo ese momento de gracia para profundizar la relación entre Palabra de Dios, vida y alimento de la vida consagrada secular, como fuerza que nos impulsa a donarnos a través de la misión.

En los documentos del Vaticano II, más concretamente en el Decreto Perfectae Caritatis 6, cuando se recomienda cultivar la vida espiritual, se subraya para todos los consagrados: "...manejen cotidianamente la Sagrada Escritura para adquirir en la lectura y meditación de los sagrados Libros 'el sublime conocimiento de Cristo Jesús'  (Flm 3,8)"; Vida que nos da vida, fuente para nuestra acción evangelizadora.

Pero también quiero mencionar cómo en el discurso del Santo Padre Benedicto XVI, con motivo del 60 aniversario de la C.A. "Provida Mater Ecclesia" en la sala Clementina, aquel sábado 3 de febrero de 2007, haciendo referencia al lugar de nuestra misión nos dice que, "...es todo lo humano, no sólo dentro de la comunidad cristiana —donde la relación se entabla con la escucha de la Palabra y con la vida sacramental, de las que os alimentáis para sostener la identidad bautismal—, sino también dentro de la comunidad civil, donde la relación se realiza en la búsqueda del bien común, en diálogo con todos, llamados a testimoniar la antropología cristiana que constituye una propuesta de sentido en una sociedad desorientada y confundida por el clima multicultural y multirreligioso que la caracteriza".

Finalmente, recordando el discurso inaugural del Papa Benedicto XVI en la V Conferencia, nos decía a todos los presentes, refiriéndose al tema "Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida" (Jn 14,6): "¿Cómo conocer realmente a Cristo para poder seguirlo y vivir con Él, para encontrar la vida en Él y para comunicar esta vida a los demás, a la sociedad y al mundo? Ante todo, Cristo se nos da a conocer en su persona, en su vida y en su doctrina por medio de la Palabra de Dios. Al iniciar la nueva etapa que la Iglesia misionera de América Latina y del Caribe se dispone a emprender, a partir de esta V Conferencia General en Aparecida, es condición indispensable el conocimiento profundo de la Palabra de Dios". Continúa el Santo Padre señalando algunas líneas pastorales.

Por eso, el gran imperativo que se nos presenta es la de educar al pueblo en la lectura y meditación de la Palabra de Dios: que ella se convierta en su alimento para que, por propia experiencia, vean que las palabras de Jesús son espíritu y vida (cf. Jn 6, 63). De lo contrario, ¿cómo van a anunciar un mensaje cuyo contenido y espíritu no conocen a fondo? Hemos de fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios. Para ello, animo a los pastores a esforzarse en darla a conocer". (DI 3)

Les propongo para el desarrollo del tema el siguiente esquema:

Primero, 'la Palabra de Dios', luego; la 'Palabra, alimento del consagrado secular', la 'Palabra que nos da vida' y finalizar con el 'Encuentro que da vida y alimenta'. Se impone desde luego proponer, a manera de conclusión, algunos desafíos para los Institutos Seculares en América Latina y el Caribe.

1. La Palabra de Dios

La Sagrada Escritura, dice el Catecismo de la Iglesia Católica, es la Palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo, (CATIC 81). Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, leída en la Iglesia. La Sagrada Escritura, "Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo" (DV 9) es, con la Tradición, fuente de vida para la Iglesia, y alma de su acción evangelizadora. Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo.

La Sagrada Escritura es una carta de Dios omnipotente a su criatura, dice San Gregorio Magno. En ella, Él da cuenta de su voluntad, revela su proyecto de salvación, sus pensamientos de paz, e indica concretamente el camino de la vida. Sin embargo, la Sagrada Escritura es algo más que un mensaje de Dios. Si bien contiene su Palabra, pero cuando Dios habla, se dice a sí mismo, se da Él mismo.

La Sagrada Escritura no solamente contiene la Palabra de Dios, ¡ES la Palabra de Dios! Jesús enseñó que cada pequeño detalle será cumplido (Mt 5,18). Es verdad (Jn 17,17) y no puede ser quebrantada (Jn 10,35). Es la fuente máxima de verdad en cualquier cosa a que hace referencia, no sólo cosas espirituales. De hecho, aún se le llama "la palabra de verdad", a través de la cual se nos ha dado un nuevo nacimiento (St 1,18).

 

¡Que increíble garantía de verdad ofrece la Palabra de Dios! La iglesia naciente, creyó que el máximo tribunal de apelación y nuestro estándar absoluto de la verdad, es la Palabra Escrita de Dios, no algún credo o confesión hecho por el hombre (2 Tim 3,16-17). La Escritura ha sido dada para corrección, doctrina, instrucción en justicia y reproche. Esta Palabra, Escritura, en el griego es Graphé y significa: documento o escritos. En otras palabras, su Palabra Escrita es el estándar objetivo de la verdad, que Él ha dado a la humanidad. Esto quiere decir que si un sueño, visión, profecía, enseñanza, testimonio, experiencia, etc., está en contradicción con su Palabra Escrita, no puede ser de la misma fuente de su Palabra Escrita, como Dios nunca podría contradecirse a sí mismo. Debemos probar todas las cosas (1 Tes 5,21) y a todos (1 Jn 4,1) con la Palabra de Dios. 

 

Además, Jesús declaró que sus propias palabras serán la base de juicio para todos los que lo rechazan a Él y los condenará (Jn 12,48). En  estos tiempos  terribles (2 Tim 3,1) con cosas enseñadas por demonios (1 Tim 4,1), y muchos, siendo engañados por falsos profetas y falsos maestros (Mt 24,11-24; 2 Pe 2,1), debemos acogernos proverbialmente al mensaje de la Sagrada Escritura para estar seguros. Esto nos debe dar a todos un nuevo impulso para profundizar la Palabra de Dios y guiarnos a sus verdades eternas. 

 

Como la Sangre de Cristo, la cual puede por sí sola lavar nuestros pecados, la Palabra de Dios permite a la humanidad entrar en el Reino de Dios, porque a través de la Palabra de Dios podemos aprender su plan de salvación (2 Tim 3,15). Pedro estaba en lo correcto, creyendo que Jesús tenía palabras de vida eterna (Jn 6,68). Esto, obviamente, es el máximo beneficio que se puede derivar aprendiendo de la Palabra de Dios. Hay, sin embargo, muchos otros beneficios derivados. Se promete sabiduría en cualquier tema mencionado (Sal 119,105,134). Si sólo aprendiéramos primero a ir a la Palabra de Dios para orientar nuestra vida y dar fruto en Dios, ¡muchos de los ayes de la vida nunca vendrían! Por ejemplo, una razón por la cual se escribió Proverbios, fue para impartir sabiduría en el trato con las personas. Específicamente se nos dice, que la meditación y la obediencia a la Palabra, es la clave para el éxito y la prosperidad, desde la perspectiva de Dios (Jos 1,8). Además de impartir sabiduría, la Palabra de Dios nos hará que vivamos vidas Cristianas significativas aquí trayendo fruto (Sal 1,1-4), el cual Él requiere de nosotros (Lc 13,6-9; Jn 15,1-8).

La Palabra de Dios puede cortar nuestros corazones como una espada (Hb 4,12), debido a que es espíritu, como fue el caso en los días de Jeremías. Pedro encontró que lo mismo era verdad, cuando predicó la Palabra de Dios a los pecadores "compungidos de corazón" (He 2,37). Esta palabra cortar, en griego significa ¡penetrar por completo! Fueron heridos por la espada filosa y de doble filo del Espíritu, la cual trajo su verdadera condición espiritual a la luz, antes que se arrepintieran y fuesen salvos.

La Palabra estaba desde siempre junto a Dios, es decir, orientada hacia Dios, el Padre, así como respuesta a Él, que la había pronunciado. ÉL es la Palabra de Dios por excelencia, la Palabra que el Padre pronuncia desde toda la eternidad (Cf Jn 1, 1-2). La Palabra dicha por el Padre, es una acción generadora: "Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1, 14); esta Palabra se hace oír en una palabra humana, se hace carne; es Jesús el Hijo amado del Padre (Cf Mt 17,5).

El Papa Benedicto XVI, al hablarnos de la belleza de nuestra misión, nos insta a que nuestro estar en el mundo sea signo de nuestro estar en Cristo. Ya que nuestra inserción en las vicisitudes humanas, constituye un lugar teológico por el misterio de la Encarnación: "Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único" (Jn 3, 16). La carta a los Hebreos nos sintetiza la repuesta del Hijo: "Sacrificios y oblaciones, y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te agradaron" —cosas todas ofrecidas conforme a la Ley—; luego añade: "He aquí que vengo a hacer tu voluntad" (Hb 10, 8-9). Así se realiza la Encarnación:  "He aquí que vengo a hacer tu voluntad". El Señor nos implica en sus palabras, que se convierten en nuestras: "He aquí que vengo, con el Señor, con el Hijo, a hacer tu voluntad".

De este modo se delinea con claridad el camino de vuestra santificación continúa, diciéndonos el Papa: la adhesión oblativa al plan salvífico, manifestado en la Palabra revelada, la solidaridad con la historia, la búsqueda de la voluntad del Señor inscrita en las vicisitudes humanas gobernadas por su providencia". (Benedicto XVI D. 60 aniversario de la C.A. Provida Mater Eclesial).

2. La Palabra alimento del consagrado

La Palabra de Dios es nuestro alimento, pues como toda criatura, el alimento es para poder desarrollarse sano y robusto, es fundamental. Pero como somos hijos de Dios, por voluntad del Padre en su Hijo Jesucristo, somos  eminentemente espirituales; nuestro alimento deberá ser, también, espiritual. El Señor Jesucristo dijo "Mis palabras son espíritu y son vida". Este es el alimento que todo cristiano necesita cada día: la Palabra de Dios. El alimento del cristiano es la Palabra de Dios que está escrita en la Sagrada Escritura.

El encuentro con Jesucristo, Palabra del Padre, es quien nos enseña y nos lleva a conocer la voluntad de su Padre, alimento de todo discípulo. La naturaleza misma del cristiano y consagrado secular, consiste, por lo tanto, en reconocer la presencia de Jesucristo y seguirlo. Esa fue la hermosa experiencia de aquellos primeros discípulos que, encontrando a Jesús, quedaron fascinados y llenos de estupor ante la excepcionalidad de quien les hablaba, ante el modo cómo los trataba, correspondiendo al hambre y sed de vida que había en sus corazones. El evangelista Juan nos ha dejado plasmado el impacto que produjo la persona de Jesús en los dos primeros discípulos que lo encontraron, Juan y Andrés. Todo comienza con una pregunta: "¿qué buscan?" (Jn 1, 38). A esa pregunta siguió la invitación a vivir una experiencia: "vengan y lo verán" (Jn 1, 39). Esta narración permanecerá en la historia como síntesis única del método cristiano. (DA  244)

Se hace, pues, necesario proponer a los fieles la Palabra de Dios como don del Padre, para el encuentro con Jesucristo vivo, camino de "autentica conversión y de renovada comunión y solidaridad" (EAm 12). Esta propuesta será mediación de encuentro con el Señor si se presenta la Palabra revelada, contenida en la Escritura, como fuente de evangelización. Los discípulos de Jesús anhelan nutrirse con el Pan de la Palabra: quieren acceder a la interpretación adecuada de los textos bíblicos, a emplearlos como mediación de diálogo con Jesucristo, y a que sean alma de la propia evangelización y del anuncio de Jesús a todos. Por esto, la importancia de una pastoral bíblica, entendida como animación bíblica de la pastoral, que sea escuela de interpretación o conocimiento de la Palabra, de comunión con Jesús u oración con la Palabra, y de evangelización inculturada o de proclamación de la Palabra. Esto exige, por parte de obispos, presbíteros, diáconos y ministros laicos de la Palabra, un acercamiento a la Sagrada Escritura que no sea sólo intelectual e instrumental, sino con un corazón "hambriento de oír la Palabra del Señor" (Am 8,11) (DA 248).

El Catecismo de la iglesia Católica, cuando nos habla de la oración cristiana, dice: "El Espíritu Santo es el 'agua viva que, en el corazón orante, 'brota para la vida eterna' (Jn 4, 14). Él es quien nos enseña a recogerla en la misma Fuente: Cristo. Pues bien, en la vida cristiana hay manantiales, donde Cristo nos espera para darnos a beber el Espíritu Santo". (CATIC 2652).

Entre las muchas formas de acercarse a la Sagrada Escritura, hay una privilegiada a la que todos estamos invitados: la Lectio divina o ejercicio de lectura orante de la Sagrada Escritura. Esta lectura orante, bien practicada, conduce al encuentro con Jesús-Maestro, al conocimiento de Jesús-Mesias, a la comunión con Jesús-Hijo de Dios, y al testimonio de Jesús-Señor del universo. Con cuatro momentos (lectura, meditación, oración, contemplación), la lectura orante favorece el encuentro personal con Jesucristo, al modo de tantos personajes del Evangelio: Nicodemo y su ansia de vida eterna (Jn 3,1-21), la Samaritana y su anhelo de culto verdadero (Jn 4,1-42), el ciego de nacimiento y su deseo de luz interior (Jn 9), Zaqueo y sus ganas de ser diferente (Lc 19,1-10)… Todos ellos, gracias a este encuentro, fueron iluminados y recreados porque se abrieron a la experiencia de la misericordia del Padre que se ofrece por su Palabra de verdad y vida. No abrieron su corazón a algo del Mesías, sino al mismo Mesías, camino de crecimiento en la "madurez conforme a su plenitud" (Ef 4,13), proceso de discipulado, de comunión con los hermanos y de compromiso con la sociedad. (DA 249)

Recuerden que a la lectura de la Santa Escritura, debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues 'a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras' (San Ambrosio, off. 1, 88)" (DV 25). "La Palabra de Dios es la primera fuente de toda espiritualidad cristiana, Ella alimenta el encuentro personal con Dios vivo y con su voluntad salvífica y santificadora" (VC 94). Aún más, los Padres espirituales parafraseando (Mt 7,7), resumen así las disposiciones del corazón alimentado por la Palabra de Dios en la oración: "Buscad leyendo, y encontraréis meditando; llamad orando, y se os abrirá por la contemplación" (Cf CATIC 2653-4).

"La oración y contemplación son el lugar natural donde acoger la palabra de Dios; y al mismo tiempo, éstas brotan de la escucha de la Palabra. Sin vida interior de amor que atraiga al Verbo, al Padre y al Espíritu Santo (cf Jn 14,23), no puede haber mirada de fe y es posible reconocer en la mente la asiduidad amorosa con las Escrituras la que nos introduce en la intimidad con el Maestro y nos desvela el misterio de su Palabra".[1]

Finalmente señalamos algunos de los frutos que tiene para el discípulo de Jesucristo, alimentarse diariamente de la Palabra de Dios. La misma Escritura nos lo revela: nos da bienes materiales y espirituales, nos guía, nos da sabiduría y nos beneficia. Es necesario entonces, que todo consagrado discípulo misionero de Jesucristo, cumpla con dos condiciones: valorar la Palabra de Dios como alimento muy necesario y practicarla.

3. La Palabra que da vida

"La Palabra de de Dios es viva", leemos en la Carta a los Hebreos (4,12), más aún <viviente>, porque es "Palabra del Dios vivo" (Jer 23,36), del Dios de la vida. Porque está viva, es creadora de vida: "Con tu Palabra creaste el universo" (Sab 9,1). Jesús mismo califica sus palabras de "espíritu y vida" (Jn 6,63. Son "palabra y vida" (Hech 5,20) capaces de dar la vida: "El que acepta mi Palabra, no morirá nunca" dice Jesús (Jn 8,51). Y Pedro dice a Jesús: "Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6,68), reaccionando a aquella pregunta que Jesús había dejado caer entre sus discípulos.[2]  El evangelista Lucas nos reporta en el capítulo 11,28: "Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica".

 

Vivir y comunicar la vida nueva en Cristo a nuestros pueblos, dice el documento de Aparecida en su número 348: La gran novedad que la Iglesia anuncia al mundo, es que Jesucristo, el Hijo de Dios hecho Hombre, la Palabra y la Vida, vino al mundo a hacernos "participes de la naturaleza divina" (2Pe 1,4), a participarnos de su propia vida. Es la vida trinitaria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, la vida eterna. Su misión es manifestar el inmenso amor del Padre, que quiere que seamos hijos suyos. El anuncio del Kerygma, invita a tomar conciencia de ese amor vivificador de Dios, que necesitamos anunciar y también escuchar, porque la gracia tiene un primado absoluto en la vida cristiana y la vida de todo consagrado secular, y en toda la actividad evangelizadora de la Iglesia: "Por la gracia de Dios soy lo que soy" podemos repetir con San Pablo (1 Cor 15,10).

 

Este es el camino para saciar esa sed de plenitud de vida que todos tenemos. Con Jesús y en su Palabra encontramos la vida verdadera, que no acaba con la muerte. "Acoger la Palabra de Dios y dejar que penetre en nuestra vida es injertarse en la vida verdadera; permanezcan unidos a mí como yo lo estoy en ustedes (Cf. Jn 15 1 ss)".[3] Es necesario permanecer unidos con Cristo para tener vida y es el anuncio para nuestros pueblos, para que tengan vida y ésta en abundancia.

 

Si hemos comprendido y ayudamos a comprender la Palabra, nos comenta Fabio Ciardi, en su libro "Tu Palabra es Fuego", lo que produce es una auténtica transformación en Cristo. Nos hacemos "palabra": es el cumplimiento de la vida cristiana. "Yo seré Palabra de Dios" escribe Ignacio de Antioquia a los Romanos (II,1). La contemplación nos hace capaces de comprender la Escritura,

 

La Palabra de Vida –que da la vida- es también una palabra que hay que vivir. Exige adhesión plena y abandono total a lo que Dios manifiesta en ella. Leemos en la Dei Verbum: "Cuando Dios se revela hay que prestarle 'la obediencia de la fe". Es la semilla (Mt 4,4.14.) a través de la cual uno nace de nuevo (1 Pe 1,23). Así como la semilla tiene el potencial de la vida vegetal, la Palabra de Dios tiene el potencial para impartir vida eterna. Esta es la razón por la cual la Palabra de Dios también se conoce como la Palabra de Vida (Filipenses 2,16). ¡Su palabra no sólo imparte vida, pero también sustenta la vida! Así como la planta viviente es sustentada por el riego periódico y de la comida derivada de la tierra, la Palabra de Dios se compara con el agua (Ef 5,26) y la comida (Mt 4,4). Más específicamente, es tanto leche como comida sólida (Hb 5,12-14). De hecho, así como los bebés desean la leche, nosotros debemos desear la leche pura espiritual, para que podamos crecer en nuestra salvación (1 Pe 2,2). Esta palabra traducida como desear en el griego significa: desear con gran seriedad; anhelar; o deseo intenso. ¡Debemos continuar con un apetito por la Palabra de Dios, para asegurar crecimiento espiritual, el cual es ordenado (1 Pe 2,2)! 

 

La Palabra de Dios también es vida y salud (Pro 4,22). Esta palabra traducida salud, también puede ser traducida medicina; cura, liberación o remedio. La palabra de Dios tiene un efecto positivo en nuestros espíritus, almas y cuerpos, así como la medicina hace en lo natural al cuerpo enfermo. Además, La Palabra de Dios es duradera (1 Pe 1,23), eterna (Mt 24,35), perfecta (2 Sam 22,31; Sal 18,30) y pura (Sal 12,6). Acerca de su pureza, leemos: Las palabras del SEÑOR son palabras puras, plata probada en un crisol en la tierra, siete veces refinada. (Sal 12,6). En otras palabras, ¡la Palabra de Dios es perfectamente pura y libre del más pequeño error!

 

También es viva (Heb 4,12). De hecho, como una fuerza viva, ¡la Palabra de Dios está obrando en los cristianos (1 Tes 2,13)! ¿Cómo está obrando en nosotros? Impide que pequemos (Sal 119,9-11) y nos santifica (Jn 17,17). Con todo esto en la mente, ¿es de algún asombro por qué nuestro adversario, el diablo, trata de mucho de entorpecer nuestro tiempo personal en la Palabra de Dios?

4. El encuentro que da vida y alimenta

La lectura de la Palabra de Dios nos une en Jesucristo.

  • Interpretación teológica de la Palabra de Dios.

La comprensión del modo de comunicarse con Dios, del modo de darse a conocer revelándose, es importante en el quehacer teológico y no basta, hay que incluir la hermenéutica, la epistemología y la metodología teológica para una interpretación correcta al abordar la Palabra de Dios.

La interpretación de la Escritura y la metodología apropiada para hacerla, es una tarea propia para todo consagrado, cuya vocación es el seguimiento radical de la Palabra (Cristo). Así la dimensión esencialmente trinitaria de la consagrada o consagrado secular, se manifiesta necesariamente en la afirmación clara y testimoniante de la primacía absoluta del Dios de la Revelación, es decir, del Dios de la Trinidad revelado por Jesucristo, que es Amor y amistad para el hombre. Ahí es donde el Señor se revela, educa el corazón y la mente, enseña a mirar la realidad con la mirada misma de Dios. Ahí es donde se adquiere "el pensamiento de Cristo" (1 Cor 2,15) y se aprende a vivir en consecuencia.[4]

  • Palabra y revelación

La Revelación es el marco no solamente para comprender la Escritura, como Palabra de Dios, sino también como la labor de su comprensión teológica. Esta comprensión de la interpretación de la Escritura, depende de lo que entendamos que es la Revelación y como acontezca su trasmisión, objeto sin duda de una desarrollo espiritual y formación permanente de cada uno de nosotros.

La Vida consagrada secular, como seguidora de Cristo, asume la experiencia del caminar de la Iglesia, en la dimensión de la Revelación, en el sentido de que descubre que Dios Padre quiere la vida consagrada en el mundo, para que los rasgos más significativos de la humanidad de su Hijo Jesús, 'Palabra del Padre', sigan presentes y atraigan a todos los hombres a su Reino por su testimonio de vida que se nutre en la palabra y eucaristía. Y por ello el Espíritu Santo va distribuyendo entre ellos, el carisma evangélico del celibato, pobreza y obediencia.

De este modo "se delinea con claridad el camino de vuestra santificación: la adhesión oblativa al plan salvífico manifestado en la Palabra Revelada, la solidaridad con la historia, la búsqueda de la voluntad del Señor inscrita en las vicisitudes humanas gobernadas por su providencia" (Benedicto XVI  60 años de la PME 8).

  • La Iglesia como sujeto de la Escritura y su contexto interpretativo

Dado que la Revelación es dialogal, es posible que Dios nos hable mediante la Escritura, y que sea una Palabra de Dios hoy, para nosotros. Pero también el carácter dialogal de la Escritura nos abre un espacio para responder a Dios, para continuar con El, el diálogo y la comunicación.[5] Esto se realiza en la oración personal y comunitaria: porque a Él hablamos cuando oramos, y a Él oímos cuando leemos las palabras divinas. Por eso la Escritura tiene un puesto destacado en la liturgia y en nuestra vida de oración.

Así, el contexto eclesial, revelación, Iglesia, Tradición y Fe, es el lugar apropiado para una interpretación correcta de la Escritura. La eclesialidad y el carácter teológico están intrínsecamente vinculados como objeto de estudio y reflexión a la luz de la fe. Hay una verdadera relación entre fe y Escritura, entre dogma y Palabra de Dios, como guía y criterio de una verdadera exégesis teológica. A la luz de esta reflexión, podemos considerar que la Vida Consagrada en general y por ende la Secular, es un don que el Padre ha dado a su Iglesia por medio del Espíritu, a fin de que, en fidelidad al Evangelio, es decir a la Palabra de Dios, los rasgos más característicos de la vida de Jesús, configuren y den identidad al consagrado secular como otros Cristos que en obediencia al Padre dan la vida por sus hermanos. (Cf VC 1).

  • Lectura cristológica de la Palabra de Dios

La Escritura es un libro que se mantiene en la unidad, gracias a Cristo; la lectura cristológica que asume la Iglesia, mantiene en pie la correspondencia e iluminación recíproca entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Si no es así, la Escritura se desintegra en un conjunto de escritos diversos.[6]

Algo sucede igualmente en nuestra Vida Consagrada Secular, se pueden desintegrar los elementos constitutivos de nuestra vocación. Descriptivamente hablando podemos decir que seguir a Jesucristo, es ser llamados personalmente por Él (vocación), para vivir con Él y con los otros seguidores suyos (comunión), en su doble vertiente: cristocéntrica y fraterna, viviendo como Él (consagración) y perpetuando su mismo quehacer en el mundo (misión).

Para lograr esta unidad, hay que hacer referencia a nuestra profesión de consagrados o consagradas seculares, porque es considerada como una singular profundización de la consagración bautismal, en cuanto que por su medio, la íntima unión con Cristo, ya inaugurada en el bautismo, se desarrollo en el don de una configuración más plenamente expresada y realizada, mediante la profesión de los consejos evangélicos. Así, esta profesión de consagrados seculares, es también un desarrollo de la gracia del sacramento de la Confirmación, en virtud de un don particular del Espíritu Santo.

  • Lectura de la Palabra bajo la luz del Espíritu Santo

Estamos invitados y formados para una lectura de la Escritura, bajo la acción del Espíritu Santo, y así esta lectura en el Espíritu es, por su propia naturaleza, teológica y eclesial; se abre a la tradición también,(DV 11.13) y así se realiza en la vida espiritual de la Iglesia y en el marco del diálogo que Dios establece con la humanidad. Por eso unimos la liturgia y la oración, con el carácter eclesial, dialogal y sacramental de la revelación, así profundizamos en el conocimiento de Dios y enriquecemos nuestra vida de fe y la doctrina eclesial.

CONCLUSIÓN

 

La reflexión en torno a las implicaciones para todo consagrado secular sobre el conocimiento, práctica, alimento y vida de la Palabra de Dios, nos llevan a plantearnos algunos desafíos nuevos y urgentes que vive la Iglesia en América Latina y el Caribe en la hora actual, con el fin de buscar y unirnos desde nuestros carismas y misión a colaborar con nuestra presencia testimonial, actitudes que orienten y animen la identidad católica de nuestros pueblos, y den un nuevo y fuerte impulso evangelizador a todo el Continente donde nos encontramos.

Cada uno de los consagrados seculares, daremos fruto en la medida que la Eucaristía sea el centro de nuestra vida, y la Palabra de Dios sea faro en el camino, que ilumine el seguimiento de Jesucristo como discípulos misioneros (Cf DA 178-180). Es así que la Vida Consagrada secular esta convocada en la Iglesia y en el mundo de hoy a:

·         la esperanza de una evangelización, que brota de un amor absolutamente preferente por Cristo y su misión redentora, autentificada en una disponibilidad plena al servicio de los hermanos.

 

·         extender casi sin límites el campo de audición de la Palabra de Dios, haciendo llegar la Buena Nueva a millones de personas a través de los medios de comunicación (Cf DA 485). En ellos encuentra una versión moderna y eficaz del 'púlpito'. Gracias a ellos se  puede hablar a las multitudes (DA 268).

 

·         Difundir la Palabra de Dios, anunciarla con alegría y valentía y  contribuir en la formación de los laicos, de tal modo que puedan responder las grandes preguntas y aspiraciones de hoy, e insertarse en los diferentes ambientes, estructuras y centros de decisión de la vida urbana. (DA 517h)

 

·         Vivir su misma vocación profética y de presencia en todos los ámbitos sociales, que la convierte en llamada de atención de una cultura que se ha instalado en la fruición de lo inmediato. También su cercanía vocacional a los ámbitos donde se dirimen los cambios sociales, o se encuentran los núcleos de mayor desvalimiento humano, y que la hace anticipadamente más sensible a problemas que el cuerpo eclesial tiene que digerir más tarde. Lo que nos recordó Benedicto XVI "Laboratorios experimentales" de la Evangelización en todos los ámbitos sociales.

 

·         A realizar nuestra misión por nuestra identidad, para que el mundo la reconozca y valore. No obstante debemos reafirmar nuestro compromiso como levadura evangélica en el nicho eclesial que nos  es propio, en el que la fidelidad y la creatividad se amalgaman. Para ello, tendrá que hacer frente a las tentaciones de esta hora. Tentaciones que cursan de una manera más silente, pero que pueden ser muy nefastas: la distracción con respecto al misterio central de nuestra vidas (ante ello, es apremiante la adhesión a Cristo con un amor preferencial absoluto, alimentado en la intimidad oracional a la escucha de la Palabra y manifestando el gozo de una existencia humildemente servicial y apasionada por su causa); o la tentación del individualismo, que nos hurta el sentido de pertenencia a un cuerpo para la misión; o la flexión hacia un tren de vida comodón, que deja en entredicho nuestra opción preferencial por los pobres.

 

·         Superar el individualismo que nos ha llevado a dar más importancia a nuestra persona que al mismo Jesús y a su Espíritu Santo, al leer y meditar su Palabra.

 

·         Cuidar que nuestra misión no quede marcada más por la eficacia que por la vida de fe, por las metodologías y otros medios que nos ofrece la técnica y los recursos humanos; más bien orientada por el varadero encuentro con Jesucristo en la oración personal, común iluminadas por la Palabra que es vida y alimento para cada consagrado secular. 

 

Nuestra maravillosa misión siempre será llamada a ser signo y testigo de haber descubierto la belleza de Cristo como nos dice Benedicto XVI; belleza en su Palabra y en su Persona, de su modo único de amar, encontrar, sanar la vida, alegrarla, confortarla. Se trata pues, de enamorarse del Texto Sagrado como del instrumento que nos hace encontrarnos con la Persona que más nos gustaría conocer, amar y seguir. Y esta belleza es la que vuestra vida quiere cantar, para que vuestro estar en el mundo sea signo de vuestro estar en Cristo.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

Biblia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, Bilbao 1975.

Constitución Dogmática "Dei Verbum", Sobre la divina revelación, Roma1965.

JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica "Vita Consecrata" , Documentos Pontificios No. 50. Roma 1996.

Discurso del Santo Padre Benedicto XVI con motivo del 60 aniversario de la C.A. "Provida Mater Ecclesia" en la sala Clementina aquel sábado 3 de febrero de 2007.

CELAM, V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Ed. Conferencia Episcopal de Venezuela, Venezuela 2007.

 

ALDAY, J.M. Oyentes Y servidores de la Palabra, Palabras de Dios y vida consagrada, pp. 15-23, P. Claretianas, Madrid 2009.

CIARDI, FABIO. Tu Palabra es Fuego, pp. 33-45, Ed. Buena Prensa, México 2009.

MADRIGAL, SANTIAGO. El Pensamiento de Joseph Ratzinger, Teólogo y Papa, pp. Ed. San Pablo, Madrid 2009.

                                                                                    Lic. Ma. Cristina Ventura González, LMI.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"LA PALABRA DE DIOS, ALIMENTO Y VIDA  DE LOS INSTITUTOS SECULARES"

 

TRABAJO EN GRUPOS

 

 

 

 

"Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios

 y la ponen en práctica" (Lc 11,28)

 

 

 

 

1. ¿Qué desafíos nos propone la lectura orante y vivencia de la Palabra de Dios?:

 

          Desde nuestros carismas y misión a los consagrados seculares en esta Iglesia de Latinoamérica y el Caribe.

 

          En la formación inicial y permanente en nuestros Institutos.

 

 

 

2. ¿Cuales actitudes debemos hacer nuestras para?:

 

          La animación y promoción de la identidad católica de nuestros pueblos.

 

          Dar testimonio creativo en cada ambiente donde un consagrado secular se encuentra y evangelizar.

 

 

 

 

 
 



[1] CIARDI, Fabio. "Tu Palabra es fuego", Ed. Buena Prensa, México 2009. p.45

[2] ALDAY, Jesús María. Oyentes y Servidores de la Palabra, Publicaciones Claretianas, p. 16.

[3] CIARDI, Fabio. "Tu Palabra es fuego", Ed. Buena Prensa, México 2009. p.56

[4] FABIO CIARDI, Tu Palabra es fuego", Madrid 2009, pp. 43

[5] Cf. MADRIGAL, Santiago. "El Pensamiento de Joseph Ratzinger", Ed. Sn. Pablo, Madrid 2009. p.  58

[6] Cf. MADRIGAL, Santiago. "El Pensamiento de Joseph Ratzinger", Ed. Sn. Pablo, Madrid 2009. p. 60

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