sábado, 14 de septiembre de 2019

ADIÓS A MARÍA CUSTODIO, OBLATA DE MARÍA INMACULADA

ADIÓS A MARÍA CUSTODIO, OBLATA DE MARÍA INMACULADA

Estimados miembros de la FENIS:

Deseo agradecerles por tantas muestras de cariño y por su gran apoyo a través de la oración.

El día de ayer le dimos el adiós final a nuestra querida María. La verdad que fue increíble y emocionante ver desfilar durante todo el día a hombres, mujeres, jóvenes, ancianos y niños que se despedían de ella, en un clima de constante oración y describieron perfectamente a María Elena que había incorporado tan fielmente en su vida a María de Nazaret. Los asistentes decían que María era humilde, sencilla, servicial, discreta, amable, comprometida con su parroquia y su comunidad.

María ha sido un testimonio de vida, ni siquiera su enfermedad le impidió realizar su apostolado en su parroquia, seguir trabajando de manera normal, no uso su enfermedad para faltar a su trabajo o compromisos parroquiales, fue impresionante percibir el inmenso cariño y dolor que sus amigos le tributaron. No me imaginaba que María, nuestra sencilla oblata tuviera tantos amigos, que fraternalmente la despedían.

Se celebró una misa de cuerpo presente antes de dirigirnos al cementerio, el padre la conocía desde que era niña, fue una bella celebración y me pidió de hacer la monición de entrada por María, para mí fue algo muy difícil y bajo esas circunstancias.

Su mamá, hermana, hermano y sus tres sobrinos sacando una fortaleza increíble, para acoger a tantas personas.

No dudo de la santidad de María, escuché de muchas personas que, en la hora de su muerte, la habían visto en sueños y otras que afirmaban que María se había despedido de ellas. Todavía tengo un nudo en el corazón, me cuesta dejarla partir.

María estuvo muy comprometida con la FENIS, hizo grandes amigos(as). Personalmente me siento profundamente agradecida por todo el cariño y el apoyo que constantemente le brindaron.

Siempre admiré en María su capacidad para irradiar nuestra espiritualidad, viviendo en su medio la presencia de Dios, el ser de servicio y la ausencia de crítica y queja inútil. Nos asombra como una persona tan frágil y menuda como María pudo tener tanta fortaleza y valentía para enfrentar esta difícil enfermedad, ni siquiera al final de su vida tomó alguna medicina para el dolor, y dejó este mundo como un ángel; para mí fue el milagro más grande que Dios le concedió.

Me sigo uniendo a sus oraciones y nuevamente les reitero mi gran cariño y gratitud por todas ustedes.

Muchas bendiciones.

Fraternalmente.

Flor Angélica Acuña Ríos

Oblata Misionera de María Inmaculada

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