DE PEDRO A PEDRO o la "PEDRADA" SANTA
Cuando el Papa Francisco dio cátedra de historia al presidente de España
Les confieso que no recuerdo una clase de historia tan sustanciosa y tan didáctica como la impartida por el Papa Francisco al socialista Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, en su visita del pasado 24 de octubre al Vaticano. Nada de citas eruditas, nada de filípicas destempladas ni mucho menos de arengas de tía regañona o profesor gruñón. Era la lección magistral desde la cátedra del abuelo con sabor y calor de hogar. Conceptos que llevan horas y consumen espacio en anaqueles tales como patria, país, nación, tradición, gobierno, política, ideología, los fue desgranando del modo más sencillo y espontáneo, como quien comparte un café amical, sin ninguna acritud, asertivo cien por cien, con simpatía y hasta con gracia. Y todo, con mucha paz y brevedad (8 minutos). Dios quiera que todos los profesores de historia lo compartan con sus alumnos. Y, atención, aquellos que denostan de la política, que tomen nota, aquí está el prontuario del buen gobierno, también para los que nos preparamos para celebrar como Dios manda el Bicentenario.
DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL PRESIDENTE DEL GOBIERNO DE ESPAÑA,
S.E. EL Sr. PEDRO SÁNCHEZ
Sábado, 24 de octubre de 2020
Los saludo y muchas gracias.
Pensando en lo que yo podría decirle a usted, en reconocer en usted la labor de los políticos. El Papa Pablo VI, y retomando también una tradición de otro Papa [Pío XI], decía que la política era una de las formas más altas de la caridad. La política no sólo es un arte, sino que para los cristianos es un acto de caridad, ennoblece y muchas veces lleva al sacrificio de la propia vida, sus tiempos de privacidad, tantas cosas, por el bien de los demás y esto es porque el político tiene entre sus manos una misión muy difícil, muy difícil. Con tres canales, digamos así: para con el país, para con la nación y para con la patria.
Tiene la misión de hacer progresar el país, por la agricultura, ganadería, minería, investigación, educación, arte. Que el país crezca, que crezca el país. Y eso es desgastante. Tiene la misión de consolidar la nación, no sólo cuidar las fronteras, que ya eso es muy importante, sino la nación como organismo de leyes, de modos de proceder, de hábitos. Consolidar la nación, y tiene la misión de hacer crecer la patria. País, nación y patria están en las manos de un político. Bastante trabajo. Sé que no le es fácil, así que usted transmítalo a los miembros de su parlamento lo que piensa el Papa de esto: mi gran respeto por la vocación política, una de las formas más altas de la caridad.
Si bien, hacer progresar un país parece fácil, pero no lo es, supone relaciones internacionales continuamente de comercio, de ciencia, de técnica, de todo. Consolidar la nación a veces supone dificultades de entendimiento con los localismos, en todos los países los hay, los dialectos. Pero también de entendimiento del derecho, de la justicia, de hacer que la nación sea cada vez más fuerte. Quizá lo más difícil sea hacer progresar la patria porque ahí entramos en una relación de filiación. La patria es algo que hemos recibido de nuestros mayores. Patria, paternidad viene de ahí; y es algo que tenemos que dar a nuestros hijos. Estamos de paso en la patria. Y construir la patria es lo que yo diría en este caso. Si para con el país hacerlo progresar, con la nación consolidarla y con la patria la tenemos que construir. Construir la patria con todos. Eso no es fácil. Construir la patria donde no nos es permitido el borrón y cuenta nueva. En una empresa es permitido, en la patria no, porque es algo que hemos recibido. Y tampoco nos es permitido irnos a refugiar allá, en lo que fue hace cincuenta, cien años.
El desafío de recibir de las raíces para poder dar fruto. Ahí hay un poema de Bernárdez [soneto de Francisco Luis Bernárdez] muy lindo que dice: "todo lo que el árbol tiene de florido le viene de aquello que tiene de soterrado", pero no se quedó en las raíces. Quizá la fantasía tradicionalista es volvamos a las raíces. Tomo la inspiración. Soy hijo, pero también tengo que ser padre en el futuro. Y para eso tengo que vivir un presente que me implica discernimiento. Y eso no es fácil. Para mí es lo más difícil de lo político: hacer crecer la patria. Porque siempre se encuentran como coartadas para eso. Coartadas que, disfrazadas de modernidad o de restauracionismo. Los movimientos son varios. Pero coartadas para que la patria sea lo que yo quiero y no lo que he recibido y que tengo que hacer crecer libremente y ahí entran a jugar las ideologías: armar una patria a mi cabeza, a mi mente, con mi idea, no con la realidad del pueblo que yo recibí, que estoy llevando adelante, que estoy viviendo.
Hace dos años, quizá usted señora Embajadora lo conoce, se publicó acá en Roma un libro de un intelectual italiano del Partido Comunista. Tiene un título muy sugestivo: «Síndrome 1933». ¿Lo conoce usted? Uno de tapa roja. Muy lindo. Vale la pena leerlo.
Se refiere a Alemania, obviamente. Caída la República de Weimar, ahí empezó toda una ensalada de posibilidades de salir de la crisis. Y ahí empezó una ideología a hacer ver que el camino era el nacional socialismo y siguió y siguió y llegó a lo que conocemos: al drama que fue Europa con esa patria inventada por una ideología. Porque las ideologías sectarizan, las ideologías deconstruyen la patria, no construyen. Aprender de la historia eso. Y este hombre en ese libro, hace con mucha delicadeza un parangón de lo que está sucediendo en Europa. Dice: Cuidado que estamos repitiendo el camino parecido. Vale la pena leerlo.
Con estas palabras simplemente quiero recordar a los políticos que la misión de ellos es una forma muy alta de la caridad y del amor. No es cuestión de maniobras o de resolver casos que todos los días llegan al escritorio de los políticos, sino de servicio en las tres vertientes: de hacer crecer el país, de consolidar la nación y de construir la patria. Y es muy triste cuando las ideologías se apoderan de la interpretación de una nación, de un país y desfiguran la patria. Me viene a la mente en este momento el poema de Jorge Dragone: «Se nos murió la patria». Es el réquiem más doloroso que yo he leído y de una belleza extraordinaria. Ojalá nunca nos suceda a nosotros.
Señor Presidente, le agradezco su visita. Agradezco a ustedes que hayan venido. Me gratifica mucho y les pido, por favor, que recen por mí. Y los que no rezan, porque no son creyentes, al menos mándenme buena onda, que me hace falta. Muchas gracias.
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