El domingo 15 de octubre, fiesta de Santa Teresa de Jesús, nos hemos
vuelto a encontrar en familia los consagrados seculares del Perú
convocados por la FENIS. Acogidos en la Casa de Retiro de las Cruzadas
de Santa María, hemos vivido lo programado comenzando por el rezo de
Laudes animado por las Voluntarias de Don Bosco y una deliciosa hora
ante el Santísimo en la recoleta y preciosa capilla llena de flores y
dos imágenes encantadoras de María, una de Fátima.
Matilde Viso, presidenta de FENIS, nos motivó el silencio y el fervor,
dejando de lado la bulla, compartiéndonos material de archivo de FENIS
como el valioso libro donado del llorado Monseñor José Gea; por fin
hemos podido conocer la Carta "Consagración y secularidad" con motivo
de los 70 años de la Provida Mater Ecclesia. Un delicioso cafetito nos
ayudó a entrar en calor y recobrar energías físicas para disponer la
mente y el corazón al motivador mensaje de José Antonio Benito sobre
los santos peruanos y su importancia para unirnos en esperanza para
recibir al Papa Francisco.
Enseguida vino la meditación del P. Enrique Carrión, párroco del
Corazón Inmaculado de María (iglesia de la Cúpula, en Pueblo Libre)
quien nos habló de los fundamentos de nuestra vida consagrada, el
seguimiento de Jesús, en la cruz, con amor, perdiendo pero ganando. Un
ratito de silencio y de confesión para llegar al momento culminante,
la Santa Misa, en la que nuevamente el P. Enrique nos entusiasmó con
la vida consagrada, de la cual la alianza matrimonial de Israel con
Dios y el banquete de bodas de la parábola era un icono bien claro.
Y tras la Misa, la mesa compartida, con la celebración de los
cumpleaños, el rezo del Santo Rosario guiado por las Misioneras del
Evangelio, otro ratito de silencio para agradecer y formular
propósitos. Por último avisos y noticias con la entrega de la esperada
carta "La revolución de la Provida Mater Ecclesia" dirigida a los
obispos y con nuestro compromiso de hacérsela llegar y sobre todo
hacerla realidad.
Un día de familia, en Retiro con el Señor y nuestra Madre, que nos
ayuda a vivir el primer amor y a comprometernos de manera esperanzada
con nuestra Iglesia, con nuestro mundo.
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