JUAN XXIII Y EL CARDENAL LANDÁZURI HOMENAJEAN A SAN MARTÍN DE PORRES
Una de las grandes alegrías del Papa Bueno, Beato Juan XXIII, cinco meses antes de la apertura del Concilio Vaticano II, fue la canonización de San Martín de Porres el 6 de mayo de 1962. Lo mismo puede decirse de nuestro Cardenal Juan Landázuri Ricketts. Ni qué decir que todo el Perú exultó de gozo y se hizo presente en Roma para estar presente en la canonización. Lima repicó las campanas de alegría infinita por tamaña noticia. Les comparto algunos textos de EL COMERCIO acerca de sus intervenciones, la crónica desde Roma y el bello texto de la Conferencia Episcopal Peruana pidiendo su canonización.
Me ha tocado grabar una serie de programas en PAX TV para celebrar los 50 años de su canonización. De igual manera, desde la UCSS (Universidad Católica Sedes Sapientiae) –en el CEPAC- hemos editado un boletín especial COLLI SAPIENS y producido un CD interactivo “San Martín, ícono de la humanidad”. He preparado algunas entradas en mi blog http://jabenito.blogspot.com/2012/01/san-martin-de-porres-el-santo-de-la.html. También he tenido la suerte de compartir varias charlas con escolares y universitarios. He peregrinado a su casa natal, parroquia donde fue bautizado y, especialmente, donde están sus reliquias, en el convento del Rosario.
De lo mejor que he leído y escuchado, les comparto dos textos motivados por su canonización. El primero de Juan XXIII y el segundo del Cardenal Juan Landázuri, el 27 de mayo de 1962, en la misa celebrada en la Catedral de Lima con motivo de la Semana de festvejos en honor del santo. Pronunció y escribió Juan XXIII:
Martín nos demuestra, con el ejemplo de su vida, que podemos llegar a la salvación y a la santidad por el camino que nos enseñó Cristo Jesús: a saber, si, en primer lugar, amamos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todo nuestro ser; y si, en segundo lugar, amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Él sabía que Cristo Jesús padeció por nosotros y, cegado con nuestros pecados, subió al leño, y por esto tuvo un amor especial a Jesús crucificado, de tal modo que, al contemplar sus atroces sufrimientos, no podía evitar el derramar abundantes lágrimas. Tuvo también una singular devoción al santísimo sacramento de la eucaristía, al que dedicaba con frecuencia largas horas de oculta adoración ante el sagrario, deseando nutrirse de él con la máxima frecuencia que le era posible.
Además, san Martín, obedeciendo el mandato del divino Maestro, se ejercitaba intensamente en la caridad para con sus hermanos, caridad que era fruto de su fe íntegra y de su humildad. Amaba a sus prójimos, porque los consideraba verdaderos hijos de Dios y hermanos suyos; y los amaba aún más que a sí mismo, ya que, por su humildad, los tenía a todos por más justos y perfectos que él.
Disculpaba los errores de los demás; perdonaba las más graves injurias, pues estaba convencido que era mucho más lo que merecía por sus pecados; ponía todo su empeño en retornar al buen camino a los pecadores; socorría con amor a los enfermos; procuraba comida, vestido y medicinas a los pobres; en la medida que le era posible, ayudaba a los agricultores y a los negros y mulatos, que, por aquel tiempo, eran tratados como esclavos de la más baja condición, lo que le valió, por parte del pueblo, el apelativo de «Martín de la caridad».
Este santo varón, que con sus palabras, ejemplos y virtudes impulsó a sus prójimos a una vida de piedad, también ahora goza de un poder admirable para elevar nuestras mentes a las cosas celestiales. No todos, por desgracia, son capaces de comprender estos bienes sobrenaturales, no todos los aprecian como es debido, al contrario, son muchos los que, enredados en sus vicios, los menosprecian, los desdeñan o los olvidan completamente. Ojalá que el ejemplo de Martín enseñe a muchos la dulzura y felicidad que se encuentra en el seguimiento de Jesucristo y en la sumisión a sus divinos mandatos.
Y pronunció nuestro también Cardenal Juan en su panegírico de San Martín el 27 de mayo de 1962:
Más que Ciudad de los Reyes merece el título de Ciudad de los Santos
“Pero si nuestro hermano es símbolo de unión entre el Viejo y el Nuevo Mundo, entre la estirpe europea y la africana, por el hecho de haber nacido en tierras nuestras, es tambi8én símbolo de la unidad de nuestras naciones americanas. Las inmensas regiones que desde más al Norte del Río Grande descendían hasta los confines de la Tierra del Fuego y el Estrecho de Magallanes, constituían, hasta hace 150 años, una unidad política bajo un mismo cetro que desde la Madre Patria acometía la magna empresa de construir un Nuevo Mundo. Y si después, por las vicisitudes inherentes al desarrollo de los pueblos, esa unidad cedió el paso a la estructuración de las diversas nacionalidades, siempre latió en el ánimo de nuestros próceres un vivo anhelo de unidad y confraternidad que superase las fronteras de nuestras naciones. ¿Acaso no fue esta la elevada aspiración del Libertador, cuando propuso en Panamá una forma de federación entre las naciones que habían vivido unidas durante tres siglos, y que, si bien eran ya soberanas, no podían olvidar su común origen y su idéntico destino? Se adelantaba así Bolívar a los esfuerzos que ahora se hacen en otros Continentes para lograr la unidad entre los países o regiones que los integran.
Precisamente Martín de Porres simboliza esta anhelada unión. Patrono de la Justicia Social en el Perú, iniciativa que formalizada por el Episcopado Peruano, fue ratificada y confirmada por la Santa Sede
Termino con la oración colecta que me parece bellísima y que resume todo lo que significó y queremos del Santo
Señor, Dios nuestro, que has querido conducir a san Martín de Porres por el camino de la humildad a la gloria del cielo, concédenos la gracia de seguir sus ejemplos, para que merezcamos ser coronados con él en la gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.
José Antonio Benito
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