CONFERENCIA MUNDIAL DE INSTITUTOS SECULARES – CMIS
Asamblea General
Roma, 26 de agosto de 2022
DESDE LA SINODALIDAD, LA AUTORIDAD DEL SERVICIO
Daniela Leggio
Jefe de Sección de la Congregación para los Institutos de Vida
Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
1. Autoridad del servicio y servicio de la autoridad
«Jesús ha constituido la Iglesia poniendo en su cumbre al Colegio apostólico, en el que el apóstol Pedro es la "roca" (cfr. Mt 16,18), aquel que debe "confirmar" a los hermanos en la fe (cfr. Lc 22,32). Pero en esta Iglesia, como en una pirámide invertida, la cima se encuentra por debajo de la base. …. Cada Obispo, sirviendo al Pueblo de Dios, llega a ser, … vicario de Jesús, quien en la Última Cena se inclinó para lavar los pies de los apóstoles (cfr. Jn 13,1-15). Y, en un horizonte semejante, el mismo Sucesor de Pedro es el servus servorum Dei.
Nunca lo olvidemos. Para los discípulos de Jesús, ayer, hoy y siempre, la única autoridad es la autoridad del servicio, el único poder es el poder de la cruz….»1.
Estas palabras que el Papa Francisco ha pronunciado en el mes de octubre de 2015, con ocasión del 50° aniversario de la institución del Sínodo de los obispos, tuvieron inmediatamente sabor a intuición, algo que resonaba como un punto de inflexión, si bien personalmente no pude definir del todo su alcance. Así que estoy aquí para contaros lo que he vislumbrado, empezando por esa expresión la única autoridad es la autoridad del
servicio.
Tenemos la costumbre de utilizar otra expresión, muy parecida a ésta, que es el servicio de la autoridad. Esta expresión la podemos encontrar también en nuestras Constituciones, y, en el año 2008, fue aplicada como título de una Instrucción cuando el Dicasterio decidió centrar su reflexión en la relación autoridad-obediencia2.
Dos expresiones similares, pero distintas: en italiano (n.d.r.: y también en español) podría parecer casi un juego de palabras, no lo sé si es también así en los demás idiomas. A mí me parece que entre las dos expresiones Autoridad del servicio - servicio de la autoridad hay una distancia considerable, que abre hacia un camino de conversión, a un cambio de perspectiva, representado plásticamente por la imagen de la pirámide invertida de la que habla el Papa Francisco.
Diciendo autoridad del servicio, subrayamos, también a nivel gramatical, que la referencia central, el sustantivo, es la palabra servicio; mientras que la palabra autoridad
1 Francisco, Discurso con ocasión del 50° aniversario de la Institución del Sínodo de los Obispos, 17 de octubre de 2015, en: https://www.vatican.va/content/francesco/it/speeches/2015/october/documents/papa- francesco_20151017_50-anniversario-sinodo.html
2 Congregación para los Institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, El servicio de la autoridad y la obediencia, 11 de mayo de 2018.
es solo un complemento. La preposición de, en efecto, sirve para indicar una especificación, una característica de la palabra a la que está vinculada. Esto significa, entonces, que la palabra con la cual y a partir de la cual estamos llamados a confrontarnos como discípulos es servicio, un servicio que se expresa en distintas acciones, actitudes y situaciones, entre las cuales está la autoridad.
En la expresión servicio de la autoridad, en cambio, sucede lo contrario: lo que ponemos en el centro es el concepto de autoridad; el cual, podríamos decir, vive con una vida propia, y puede tener como característica el servicio.
2. No ha de ser así entre vosotros
Es una dinámica que recuerda mucho el diálogo de Jesús con la madre de Santiago y Juan que relata el Evangelio de Mateo3: cuando Jesús invierte pacientemente la pregunta de la mujer y revela una vez más la lógica invertida de su reino de salvación al repetir «no ha de ser así entre vosotros».
«Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo» (Mt 20,25-27). «No ha de ser así entre vosotros: en esta expresión, dice el Papa Francisco4, – alcanzamos el corazón mismo del misterio de la Iglesia – "no ha de ser así entre vosotros" – y recibimos la luz necesaria para comprender el servicio jerárquico».
Esa petición, ese querer ocupar el primer lugar, pone de relieve una evidencia: si Jesús tuvo que lidiar con esa actitud de los discípulos, hombres que vivieron con Él, que le siguieron, le escucharon, le vieron, le amaron... es seguro que tendrá que hacer lo mismo con los discípulos de todos los tiempos. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que acaba encerrada en una maraña de obsesiones y procedimientos, dirá el Papa en el Congreso eclesial de Florencia.
No podemos negar que nuestra gran tentación, como comunidad y como individuos, es precisamente estar en el centro, ser visibles, sin renunciar a un yo que, en definitiva, busca ocupar el lugar de Dios. A menudo nos vemos habitados por la idea de un Dios de la potencia, que, como dice el Papa Francisco, no es más que la proyección del orgullo y el temor humano5, un Dios que puede hacernos potentes como él (o incluso más). Es muy corto el paso que va del prestigio de la autoridad a la enfermedad del autoritarismo.
3 Mt 20, 20-21 : «Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: "¿Qué quieres?". Dícele ella: "Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino"» (Biblia de Jerusalén, Desclee de Brouwer, 1975).
4 Francisco, Discurso con ocasión del 50° aniversario de la Institución del Sínodo de los Obispos, ibídem.
5 Francisco, Jubileo de las personas socialmente excluidas, 13 de noviembre de 2016: «Abramos nuestros ojos a Dios, purificando la mirada del corazón de las representaciones engañosas y temibles, del dios de la potencia y de los castigos, proyección del orgullo y el temor humano».
Podríamos pensar que estas dinámicas no nos atañen, que nosotros no somos así. Pero si nos miramos honestamente a nosotros mismos, no podemos negar que en el ámbito eclesial, quizá incluso más que en el social, sabemos disfrazar nuestro protagonismo con justificaciones que tienen una base religiosa y que, por tanto, son
«buenas». Pensemos cuando este hecho de ponernos nosotros en el centro, y no el Otro
(con la O mayúscula) y los otros, viene encubierto por frases como «respondo a una llamada del Señor que llega a través de mis hermanos que me han elegido», y es incluso bueno, pero tal vez pasamos de un rol al otro en el seno de la comunidad sin ser capaces de hacernos a un lado para dejar que otro y otros tengan su espacio. O bien cuando decimos «tomo esta decisión porque compete a quien se desempeña en el papel que hoy ocupo yo», e incluso es verdad, pero olvido escuchar a las personas que podrían ayudarme a tomar alguna decisión y evitar así que me cuestionen o tener que renunciar a mi idea en la confrontación con la otra persona. O incluso decimos que «es la voluntad de Dios que pasa a través de mí», y ciertamente es así, pero omitimos considerar el hecho de que la voluntad de Dios pasa por la relación y que sólo juntos podemos discernir sus formas. Muchas veces para que esto sea evidente es necesario soltar el control de todo, confiando en que otros como yo poseen un fragmento de bondad que construye el rostro del Bien. Por lo tanto, debemos estar muy atentos para expulsar las tentaciones que puedan esconderse en nuestro interior y aceptar que el Maestro nos repite, también a nosotros, con misericordia: No ha de ser así entre vosotros.
La alternativa, entonces, es ponerse en el primer puesto, incluso si es para servir, o bien
servir, siempre, incluso cuando se ocupa el primer puesto.
Ontológicamente los discípulos son siervos, con todas las consecuencias prácticas y existenciales que esto significa. El Modelo del servicio es Jesús mismo, que no considera un
«privilegio» ser como Dios6 y que resume toda su misión con la categoría de servicio7.
En consecuencia, los discípulos también tendrán que conformarse con Él convirtiéndose en servidores de los demás miembros de la comunidad y de todos los hombres8.
3. Los significados de la Autoridad
Cuanto más me habite el servicio, aún más, cuando la vida me lo pida a través de la expresión de una comunidad que me elija, este servicio tomará la forma de autoridad, puede ser autoridad.
Retomo las palabras del Papa: «"autoridad": una palabra, ésta, utilizada ya por el Evangelio de Marcos, pero que no es fácil de traducir. La palabra griega es "exousía", que
6 Flp 2,6-7: «El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó a sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres».
7 Mc 10,45: «Tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».
8 Cfr. Mc 9,35; 10,43; Mt 20,26; 23,11; Lc 22,26-27
literalmente quiere decir lo que "proviene del ser" que cada uno es. No se trata de algo exterior o forzado, sino más bien de algo que sale de dentro… Se refiere a la identidad de Jesús, nace de la constatación de una autoridad diferente a la del mundo, una autoridad que no pretende imponerse sobre los demás, sino servirlos, darles libertad y plenitud de vida»9.
Se trata de una palabra a la que atribuimos un arco iris de significados, incluso muy distintos entre sí, y que van desde el ejercicio legítimo de una función al poder, del liderazgo al autoritarismo.
Pero si vamos a la fuente, la palabra Autoridad deriva del verbo latino augere, que significa «acrecentar», hacer crecer, crear las condiciones para el desarrollo. Y es en este sentido que la ha utilizado el Concilio cuando, en la Lumen Gentium, al hablar precisamente de la jerarquía de la Iglesia dice: «Para apacentar el Pueblo de Dios y acrecentarlo siempre, Cristo Señor instituyó en su Iglesia diversos ministerios»10.
Y nuevamente el Papa escribe que Cristo «servía a la gente, explicaba las cosas para que la gente pudiese comprender bien: estaba al servicio de la gente. Tenía una actitud de servidor, y esto le daba autoridad»11.
La autoridad llega a ser, diría que por definición, aquel servicio que ayuda a crecer, que ayuda a los demás en el camino. Sería interesante leer los artículos de las constituciones referidos a los responsables, a los presidentes, a los directores de los institutos a la luz de este hacer crecer, sustituyendo, por ejemplo, es garante de la unidad de la comunidad con servidora de la comunidad para hacer crecer la unidad, la fraternidad, la fidelidad al carisma y todo lo demás que está escrito en los mismos.
El mandato recibido está, pues, vinculado a la responsabilidad: el presidente, el director, el responsable de un instituto que ha recibido un mandato, responde a quien le ha conferido el mismo, y lo hace según el modo en el cual ha facilitado el crecimiento de aquello que se le ha confiado.
Si asumimos este significado, el término «autoridad» no puede convertirse en dificultad.
Me refiero a las culturas en las que este término está siendo cada vez más anacrónico, y esto no solo a causa de esa confusión típicamente moderna entre autoridad y autoritarismo12, sino sobre todo por la afirmación del «yo» que, dilatado de forma
9 Francisco, Carta a quien no cree, 4 de septiembre de 2013, en: https://www.vatican.va/content/francesco/es/letters/2013/documents/papafrancesco_20130911_eugenio
-scalfari.html
10 Lumen gentium 18: «Para apacentar el Pueblo de Dios y acrecentarlo siempre, Cristo Señor instituyó en su Iglesia diversos ministerios, ordenados al bien de todo el Cuerpo. Pues los ministros que poseen la sacra potestad están al servicio de sus hermanos, a fin de que todos cuantos pertenecen al Pueblo de Dios y gozan, por tanto, de la verdadera dignidad cristiana, tendiendo libre y ordenadamente a un mismo fin, alcancen la salvación».
11 Francisco, Homilía en Santa Marta, 10 de enero de 2017.
12 Fabio Fiore, La crisis de la autoridad en el 900, en: http://www.dircost.unito.it/dizionario/pdf/Fiore- Autorita.pdf
desmesurada, se ha convertido en el único punto de referencia para obrar, confrontarnos, juzgar.
Y como la vida consagrada vive y respira culturas, utilizar la palabra autoridad crea un cierto malestar en algunos países: pero, ¿cómo, en el 2022 se habla aún de autoridad? Además, ¿qué sentido tiene hablar de autoridad en los institutos seculares? Este tema puede interesar a los institutos religiosos o a los que necesitan regular una vida comunitaria, pero no a los institutos seculares cuyos miembros son hombres y mujeres adultos, formados para asumir la responsabilidad de sus propias acciones.
Se me ocurre que detrás de estas cuestiones hay una idea de autoridad entendida como poder, es decir, como derecho a mandar sobre otro, a decidir por otro. Con la nueva visión de la vida religiosa elaborada por el Concilio «hemos pasado de la centralidad del rol de la autoridad a la centralidad de la dinámica de la fraternidad». Por ello, «la confrontación entre
hermanos o hermanas y la escucha de la persona llegan a ser un lugar imprescindible para un
servicio de la autoridad que sea evangélico. El recurso a técnicas de gestión o a la aplicación espiritualista e paternalista de modos y formas que son considerados como la expresión de la "voluntad de Dios", es reductivo respecto de un ministerio que está llamado a confrontarse con las expectativas de los demás, con la realidad de cada día y con los valores vividos y compartidos en comunidad»13.
4. La sinodalidad, origen de la autoridad
Estas frases nos remiten al título: Desde la sinodalidad, la autoridad del servicio. La preposición desde indica proveniencia. Desglosando el título a la luz de lo que hemos dicho hasta ahora, podemos decir que el servicio que hace crecer, la autoridad, se tiene solo si se vive la sinodalidad; o, dicho de otro modo, el servicio asume también el carácter
de autoridad si (¿cuándo?) nace de una experiencia de sinodalidad, o también podríamos decir que es la sinodalidad la que puede convertir el servicio en autoridad.
Sinodalidad: la palabra del momento. En realidad, ya en el año 2018 ha sido objeto de estudio por parte de la Comisión teológica internacional, que luego ha publicado un documento donde se confirma que la sinodalidad es una dimensión constitutiva de la Iglesia, precisando que se articula en tres niveles: el del estilo con el cual la Iglesia vive y actúa ordinariamente, el de las estructuras donde se pone de manifiesto la naturaleza sinodal de la Iglesia de modo institucional, el de los procesos y acontecimientos sinodales donde la Iglesia es convocada14.
Como sucede a menudo en la Iglesia, este documento ha sido un desconocido para la mayoría, incluso cuando, en sintonía con las palabras del Papa Francisco y con el proceso iniciado en todas las Iglesias del mundo, esta palabra ha comenzado a estar
13 Congregación para los Institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, Para vino nuevo odres nuevos, n. 41.
14 Cfr. Comisión teológica internacional, La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia, n. 70, en: https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/cti_documents/rc_cti_20180302_sinodalita_sp
.html
presente en los labios de muchos o de todos nosotros. Se comenzó a utilizarla mucho y, diría que, al menos según mi experiencia, se le han atribuido significados distintos de lo que es efectivamente o se la ha relacionado con experiencias muy distintas de lo que el término quiere expresar. Afortunadamente, las herramientas puestas a disposición de todos a partir del documento inicial del Sínodo nos dan la oportunidad de poder encontrar un contenido común, no dando por hecho que significa lo que creemos que significa, sino haciendo el esfuerzo de estudiar los textos que tenemos a nuestra disposición. Incluso si, como escribe el P. Giacomo Costa, SJ, «aún no somos capaces de leer en toda su profundidad el
significado etimológico de "caminar juntos", como en cambio sí lo logra con gran naturalidad el
Papa Francisco, que no en vano ha hecho de "sínodo" una palabra clave de su pontificado. Caminar juntos transmite inmediatamente dos características fundamentales, manteniéndolas unidas. La primera es el dinamismo del movimiento, de un proceso orientado al cambio. Quien quiere que todo siga como está, no se pone en camino. La segunda lo expresa la palabra "juntos", pues el proceso sinodal se coloca en la línea de la construcción de un "nosotros"»15.
Me parece que todavía hoy se habla o se piensa muy a menudo que vivimos la sinodalidad entendiéndola como un sinónimo de comunión, o como una mera puesta en común de informaciones y de decisiones tomadas, o incluso como una reivindicación de dinámicas democráticas que anulan la autoridad del servicio que hemos mencionado. Es un hecho de que no hay discurso, homilía o reflexión en la que no utilicemos este término, a veces incluso como un eslogan. Y sabemos muy bien cuántas veces en ambiente eclesial e también en nuestros institutos nos dejamos fascinar por una palabra que luego se convierte en un eslogan.
Sin pretender hacer un estudio en profundidad de la sinodalidad, sino hacer una lectura como fuente de la autoridad del servicio, creo que son importantes algunas aclaraciones:
4a. La sinodalidad no derriba la institución
La sinodalidad no derriba la institución, sino que la transforma, en particular transforma la tradicional separación y, a veces, oposición entre carisma e institución en un nuevo encuentro, un caminar juntos que genera una fidelidad creativa a la propia misión. Pero para que esto ocurra, incluso en la comunidad vocacional, es importante mantener, como dice el Papa, un pensamiento incompleto, reconociendo que el protagonista es el Espíritu Santo que actúa a través de la diversidad. La pregunta entonces es: ¿queremos asumir este riesgo, que significa abandonar la seguridad de la experiencia conocida y aceptar que estamos caminando por una senda que es nueva, la que el Señor nos pide recorrer en este tiempo, y que sólo podemos dar estos pasos juntos? Es interesante cuando, continuando la reflexión, el Papa nos advierte diciendo siempre que por el «conocimiento cerrado», o por el pensamiento cerrado, o por la ambición creemos que ya dominamos todo, caemos fácilmente en la tentación del control total, en la tentación de ocupar
15 Giacomo Costa SJ, Fare sinodo il coraggio della fecondità, en: Aggiornamenti sociali https://www.aggiornamentisociali.it/articoli/fare-sinodo-il-coraggio-della-fecondita/
espacios, de lograr la relevancia superficial de quien quiere ser el protagonista central, como en un show de televisión. No ha de ser así entre vosotros…
4 b. El fundamento de la sinodalidad es el Bautismo
El fundamento de la sinodalidad está explicitado con mucha claridad en la Evangelii Gaudium: «Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones»16. Haciendo referencia a la comunidad vocacional, cada miembro, independientemente del servicio que preste y del grado de su formación, contribuye con
su vida al desarrollo de la encarnación del carisma hoy. No es correcto pensar, por lo tanto, en un carisma interpretado por las personas elegidas por la comunidad, pensando en los demás como simples receptores de las intuiciones y de las decisiones tomadas por quien desempeña este rol en este momento. Así, pues, se trata de recuperar la totalidad de los miembros como sujetos que tienen su aportación para compartir con la vida de la comunidad. Y todo ello sin negar la autoridad de quien, durante un tiempo, es delegado por la comunidad para desempeñar este servicio. En la comunidad vocacional somos todos parte activa de la misma. No debemos, pues, cometer el error de confiar de forma exclusiva a un grupo elegido por nosotros las intuiciones relacionadas con la vida de la comunidad y la misión. No son solo las personas jóvenes las que traen la novedad de Dios, sino también las personas que tienen años de vida y de vocación entregada, no son las personas elegidas en los consejos y aquellas que nunca han prestado este servicio o que nunca lo prestarán. Todos somos parte activa, y en ese «todos» están comprendidos también quienes piensan como yo y quienes piensan de una forma distinta, quienes viven en el País donde nació el Instituto y quienes viven en otros Países. Completad también vosotros la lista, y tal vez logréis ver a qué miembro os cuesta reconocer esta posibilidad de realizar una lectura del carisma en el hoy, para los cuales pondríais un «sí, pero…».
4 c. La comunión, requisito de la sinodalidad
La comunión no es sinónimo de sinodalidad, sino un requisito, la presupone y al mismo tiempo la alienta. Me parece que son dos experiencias que se complementan: la Iglesia, entendida como pueblo de Dios, manifiesta y realiza su ser comunión caminando juntos, participando activamente en la misión evangelizadora. Esto no significa introducir el pensamiento de una Iglesia que funciona como una democracia, y donde, además, la participación se vive como una reivindicación. Recientemente, el Papa tuvo ocasión de aclarar expresamente que el término sinodalidad «no designa un método más o menos democrático y mucho menos "populista" de ser Iglesia. Estos son desviaciones. La sinodalidad no es una moda organizacional o un proyecto de reinvención humana del
16 Francisco, Evangelii Gaudium, 24 de noviembre de 2013, n. 120.
pueblo de Dios»17. La sinodalidad no es sinónimo de comunión, y tampoco de democracia. Se trata más bien de un movimiento circular, dinámico, donde tiene lugar un intercambio recíproco, donde nadie es autosuficiente al tomar una decisión. A la función profética de todo el pueblo de Dios (pastores incluidos) corresponde, en efecto, la tarea del discernimiento de los pastores: de aquello que dice el pueblo de Dios, los pastores deben considerar lo que el Espíritu quiere decir a la Iglesia. Pero el discernimiento debe partir siempre de esta escucha.
En nuestros institutos, ¿qué sucede? El derecho de los institutos de vida consagrada establece que no se puede elegir un superior sin un consejo, ni un consejo sin un superior, reafirmando así que no puede haber una responsabilidad solo personal ni solo colegial, porque quienes están llamados a tomar decisiones no pueden hacerlo sin escuchar antes a los demás y, a través de ellos, lo que el Espíritu indica.
¿Vivimos esta dinámica de gobierno en un sentido pleno? ¿O hacemos del consejo un único cuerpo que decide, anulando de hecho una responsabilidad personal que requiere la escucha? ¿O hacemos del presidente aquel que decide proponiendo, en la relación con el consejo, dinámicas en las que no se activa una confrontación real? Y en todo caso,
¿estamos dispuestos a reconocer que toda la comunidad está llamada a vivir esta circularidad que nunca deja las cosas como están, porque es un movimiento vital y por tanto capaz de generar la novedad del Espíritu? ¿Cuáles son los lugares que pueden facilitar este dinamismo? Y si no existen estos espacios, ¿estamos dispuestos a poner los medios para inventarlos, con la convicción de que es absolutamente necesario para nuestra vida como comunidad, como Iglesia, como personas?
4 d. La sinodalidad implica diversidad
La sinodalidad implica diversidad, porque el pueblo en camino no es una realidad uniforme, sino que requiere más bien la confrontación acerca de los problemas, lenguajes y formas de afrontar las diferentes realidades. Lo saben bien los institutos internacionales: la cultura en la que vivimos, la relación con la historia y las experiencias de vida son fundamentales en la vivencia de la vocación, pero pueden crear divergencias. Concretamente, un modo o enfoque que es válido para Estados Unidos no es válido para Albania. Sólo a la luz de esta consideración podemos decir que la sinodalidad sólo puede realizarse si empieza por la escucha, para favorecer así el discernimiento. Por eso es necesario escuchar las diferencias para que luego los que tienen que tomar una decisión puedan tenerlas en cuenta. No se trata de hacer una encuesta sociológica que ponga en evidencia los datos predominantes, sino estar dispuestos a acoger la diferencia de enfoques del tema que cada uno puede aportar y luego decidir a partir de lo que se ha escuchado. Como dice el Papa, «este discernimiento es el que hará del Sínodo un verdadero
17 Francisco, Videomensaje con motivo de la Asamblea plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina, 24-27 de mayo de 2022, en: https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/pont- messages/2022/documents/20220526-videomessaggio-plenaria-pcal.html
Sínodo, del que el personaje más importante es el Espíritu Santo, y no un parlamento o una encuesta de opiniones que pueden hacer los medios de comunicación»18.
Con motivo de esta diversidad ontológica debemos constatar que el diálogo sinodal implica valor tanto para hablar como para escuchar. Os recomiendo también, de forma especial, la capacidad de diálogo y de encuentro. Dirá el Papa Francisco. «Dialogar no es negociar. Negociar es tratar de llevarse la propia «tajada» de la tarta común. No es eso lo que quiero decir. Sino que es buscar el bien común para todos. Discutir juntos, me atrevería a decir enfadarse juntos, pensar en soluciones mejores para todos. Muchas veces el encuentro se complica con el conflicto. En el diálogo tiene lugar el conflicto: es lógico y previsible que sea así. Y no debemos temerle ni ignorarlo, sino aceptarlo. "Aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso" (EG 227)»19.
No se trata, por tanto, de entablar un debate en el que alguien intente tener razón sobre los demás o rebatir sus posiciones con argumentos contundentes, se trata de expresar respetuosamente lo que uno siente en conciencia, sugerido por el Espíritu Santo, como algo útil de cara al discernimiento comunitario; abierto al mismo tiempo a captar lo que en las posiciones de los demás sugiere el mismo Espíritu «para el bien común»20 y dispuesto a dejar la propia convicción con la certeza de que construir juntos es el mayor bien.
5. La libertad es la dimensión esencial y constitutiva
Pero para vivir todo esto hay una dimensión que es esencial y constitutiva: la libertad. Libertad interior de quien es llamado a expresarse incluso cuando sabe que dice algo distinto a lo que piensa la mayoría. Pero también la libertad interior de quien está llamado a escuchar sin emitir juicios o peor aún sin prejuicios. Me parece emblemático lo que cuenta el Papa: «Después del último Consistorio, en el que se habló de la familia, un cardenal me
escribió diciendo: lástima que algunos cardenales no tuvieron la valentía de decir algunas cosas por
respeto al Papa, considerando quizás que el Papa pensara algo diverso. Esto no está bien, esto no es sinodalidad – afirmó Francisco – porque es necesario decir todo lo que en el Señor se siente el deber de decir: sin respeto humano, sin timidez. Y, al mismo tiempo, se debe escuchar con humildad y acoger con corazón abierto lo que dicen los hermanos. Con estas dos actitudes se ejerce la sinodalidad»21, ha explicado el Papa.
18 Francisco, Discurso a los participantes en la Asamblea plenaria de la Congregación para la doctrina de la fe, 22 de enero de 2022, en: https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2022/january/documents/20220121-plenaria- cdf.html
19 Francisco, Encuentro con los participantes en el V Congreso de la Iglesia italiana, 10 de noviembre de 2015, en: https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2015/november/documents/papa- francesco_20151110_firenze-convegno-chiesa-italiana.html.
20 1 Co 12,7: En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común.
21 Francisco, A los Padres sinodales durante la I Congregación general de la III Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los obispos, 6 de octubre de 2014, en: https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2014/october/documents/papa- francesco_20141006_padri-sinodali.html
Tal vez si también vosotros, al igual que el Papa, habéis recogido confidencias similares, si alguien os ha respondido con silencios determinados por el respeto, o más frecuentemente por el miedo de… herir, de no ser considerado, de permanecer luego marginado debido a su opinión diversa… Si no habéis tenido confidencias de este estilo permitidme deciros que… estos silencios en nuestras comunidades existen y son incluso frecuentes porque a menudo constatamos una falta de libertad, determinada por motivaciones diversas. En algunos contextos, por ejemplo, la relación con la autoridad es tal que no se considera un bien expresar posiciones diferentes. O incluso sucede en alguna ocasión que se evitan las ocasiones de conflicto por una falsa idea de fraternidad tan irónica como falsa, porque luego la diferencia deja marca y se convierte en división.
Tocamos aquí uno de los puntos centrales de la formación en nuestros institutos: nuestra una formación, ¿sostiene el camino hacia esa libertad interior que nos permite vivir responsablemente nuestra pertenencia a este tiempo, o es una formación que nos mantiene en un rincón seguro, al abrigo de la confrontación con los que son diferentes a nosotros o, peor aún, que nos da certezas que nos cierran a la escucha y a la confrontación de la diversidad?
Obviamente libertad no es hacer lo que uno quiere, sino ser auténticamente uno mismo, incluso siendo conscientes de los condicionamientos interiores y exteriores que siempre tenemos en nosotros; custodiar nuestra unicidad irrepetible, deseosos de realizar nuestra vida de forma fecunda y gozosa, según el deseo de Dios para cada uno de nosotros, y, al mismo tiempo, dispuestos a descubrir y acoger esa unicidad que existe en el otro, con la disponibilidad a cambiar, a dar pasos distintos de aquellos que pensábamos dar, con la certeza de que la relación continua revela también el sentido de mí mismo y de la existencia, además de indicar itinerarios de misión; no hacer depender el hecho de sentirnos amados, así como la plena consciencia de nuestro lugar en el mundo y en la Iglesia, de aquello que los demás piensan de nosotros o de la bondad que cosechamos, sino permaneciendo firmes en el Amor gratuito del Padre que siempre nos precede y nos acompaña. Dejar a un lado aquello que inútilmente nos pesa y acoger la verdad de nuestro ser que la relación con quien es distinto nos ayuda a leer en la paz.
Como dice el Papa Francisco: «Libertad quiere decir saber reflexionar sobre aquello que hacemos, saber evaluar lo que es bueno y lo que es malo, los comportamientos que nos ayudan a crecer, quiere decir elegir siempre el bien. Nosotros somos libres para el bien. Y en esto no tengáis miedo de ir a contracorriente, incluso si no es fácil. Ser libres para elegir siempre el bien es fatigoso, pero os hará personas valientes, que saben afrontar la vida, personas con valor y paciencia (parresia y ypomoné)»22.
22 Francisco, Discurso a los estudiantes de las escuelas de los jesuitas de Italia y Albania, 7 de junio de 2013, en: https://www.vatican.va/content/francesco/it/speeches/2013/june/documents/papa- francesco_20130607_scuole-gesuiti.html
6. La libertad nos hará libres
Entonces, esta libertad se ha de conjugar evangélicamente con la palabra verdad. Porque la verdad os hará libres (Jn 8,32). Así, pues, debemos comprender qué significa esta verdad, que en su plenitud es Cristo, de quien cada hombre y mujer lleva un fragmento que lo convierte en buscador y testigo.
Existe un significado más inmediato de verdad que es lo contrario a mentira, que nos pide no ser falsos, pero también nos pide no decir solo una parte de lo sentimos que es verdad, porque también esto es una trampa en la que corremos el riesgo de caer. No se puede ser auténticos a mitad. Ser auténticos a mitad es otro modo de ser falsos… Es más: es un significado que hace referencia a la autenticidad de la vida, a vivir una existencia que dice a través de nuestras palabras y nuestras acciones quienes somos, en quién creemos, aquello que pensamos.
Este contenido de la palabra verdad hace referencia al término latino veritas, que indica conformidad con una afirmación de la realidad, y en cierto sentido llama a nuestra responsabilidad.
Pero existe también otro significado de la verdad que nos indica el término griego aletheia, y que nos ayuda a enriquecer la mirada y a ir aún más en profundidad. Aquí verdad quiere decir «quitarse el velo». La verdad es aquello que tú descubres: quitas la manta y ves lo que hay debajo. Tal vez no es lo que tú pensabas, tal vez no es como lo querías, tal vez te obliga a cambiar, tal vez te sorprende, tal vez es difícil de aceptar, tal vez es dolorosa. Pero es lo que se te entrega para que puedas caminar junto a todos en el bien y para el bien. Y esto es realmente bonito, porque en este significado la verdad no es fruto de una acción mía, sino que es un don. Para seguir los pasos del Maestro es necesaria esta disponibilidad a acoger su Palabra, es necesario pedir en la oración que caigan nuestras resistencias y filtros que activamos para continuar por nuestro camino en lugar de transitar por el suyo. Para escuchar a Jesús, que nos dona la verdad, es necesario tener la valentía de la verdad en su doble significado de responsabilidad y de don.
La invitación que nos hacemos recíprocamente es vivir «en la verdad y en el amor, para crecer plenamente, unidos a Cristo. Él es la Cabeza y de él, todo el Cuerpo recibe unidad y cohesión, gracias a los ligamentos que lo vivifican y a la acción armoniosa de todos los miembros. Así el Cuerpo crece y se edifica en el amor»23 .
23 Ef 4, 15-16
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