lunes, 13 de febrero de 2012

EL CAMINO DE FORMACIÓN: LA PALABRA Y LA VIDA EN EL RECORRIDO FORMATIVO DE UN INSTITUTO

EL CAMINO DE FORMACIÓN: LA PALABRA Y LA VIDA EN EL RECORRIDO FORMATIVO DE UN INSTITUTO

 

FERNANDO MARTÍN HERRÁEZ*

Director general del Instituto Secular Cruzados de santa María

 

 

La Palabra y la vida entrelazadas

 

Nuestra experiencia a comienzos de este tercer milenio es la misma que sorprendió a los discípulos de Emaús aquella tarde del primer día de la semana: Jesús mismo se les acerca, se pone a caminar con ellos, les explica las Escrituras, y les ali­menta con la Eucaristía.1 En la vida de cada uno de los miem­bros de los Institutos Seculares (IISS) se repite este acercamiento del Señor: después de llamarnos a compartir con Él la vida en medio del mundo, con paciencia infinita, nos va enseñando gradualmente la profunda riqueza de nuestra voca­ción de consagrados seculares. En Cristo la formación y la vida cami­nan juntas.

Como señala el beato Juan Pablo II en un memorable discurso a los Institutos Seculares: «podemos leer el Evangelio también para descubrirla pedagogía de Jesús, al dar a los discípulos la formación de base, la formación inicial (...) De esta mira­da a Jesús y a su escuela viene la confirmación de una experiencia que tenemos todos: ninguno de no­sotros ha alcanzado la perfección a la que está llamado, cada uno de no­sotros está siempre en formación, está siempre en camino»2.

 

Siempre en camino

 

De la fuente del Evangelio brota el agua viva de la que se nutre la for­mación. De hecho la reciente exhor­tación postsinodal Verbum Domini ha recordado que la vida consagra­da «nace de la escucha de la Palabra de Dios y acoge el Evangelio como su norma de vida - y recomienda que - nunca falte en las comunida­des de vida consagrada una forma­ción sólida para la lectura creyente de la Biblia».3 Ya Benedicto XVI en su magnífico discurso a los miem­bros de los Institutos Seculares se­ñaló que el carácter secular de nuestra consagración pone de relie­ve «una relación profunda con los signos de los tiempos que estáis lla­mados a discernir, personal y comu­nitariamente, a la luz del Evangelio", y concluyó que a juicio de personas autorizadas "precisamente este dis­cernimiento es vuestro carisma».4 Pues bien, esta formación en el discernimiento ha de llevarse a cabo «mediante una familiaridad con la Palabra de Dios».5

 

Encontrar el camino en el laberinto

 

Ahora bien, la formación en los Institutos Seculares está sometida a múltiples retos. ¿Cómo encontrar el camino de formación en la tupi­da red de veredas que ha ido tejien­do la postmodernidad? El ritmo de vida de las sociedades actuales, la aceleración de los cambios en todos los niveles, el ambiente de relativis­mo, superficialidad y hedonismo que intoxica las relaciones humanas, dificulta la captación adecuada de los signos de los tiempos y el discerni­miento de las prioridades en la esca­la de valores.6 Por otra parte la interculturalidad y la globalización, pre­sentadas por los medios de comuni­cación como modelos de vida alter­nativos, más adaptados a la vida actual, en contraste con la cultura cris­tiana, pueden desorientar a los miembros de los IISS hasta el pun­to de provocar crisis de identidad. Los IISS constatamos además que muchos de los jóvenes candidatos carecen de una formación cristiana suficientemente sólida, derivada de la crisis de las formas educativas tradicionales.

Si a esto unimos la diversidad de profesiones y ocupaciones en la que se desenvuelven los miem­bros de los IISS, la dispersión y la falta de tiempo, ¿cómo encontrar el camino adecuado de la formación? Teseo supo encontrar el camino en el laberinto del minotauro gracias al ovillo que le facilitó Ariadna. ¿Exis­te un ovillo semejante en el itinera­rio de formación de los IISS? Pode­mos decir que sí, si no perdemos de perspectiva que es Cristo, el Cami­no, el que ha querido entrelazar su vida con la nuestra, y el que nos lle­va de la mano en el recorrido.

 

El recorrido formativo en un Instituto Secular

 

Configurar la propia vida a la de Cristo es el objetivo principal de toda formación.7

Una configuración por la práctica de los consejos evangélicos, que «exi­ge, ante todo, una educación funda­mental en la fe y en la oración, esto es, en esa relación personalísima con Dios, que sabe traducirse en una fiel adhesión a Él en todos los momentos del día y que, al mismo tiempo, es rica en presencia de los hermanos y de toda la creación».8 Este recorrido formativo va dirigido asimismo al desarrollo integral de la persona, según sus características y sus capacidades,9 y supone un cam­bio total de mentalidad.10

 

Un sendero particular

 

El camino de formación en un IS discurre a través de paisajes pecu­liares, que configuran a menudo un panorama especialmente bello. Arranca de la teología de la Encar­nación,11 y se orienta al aprendizaje del «arte de buscar los signos de Dios en las realidades del mundo».12

Busca una formación «cuidadosa en las cosas humanas y divinas»,13 orientada hacia la vida, hacia una vida en medio de un mundo en constante progresión.

Es una formación que se introduce en la vida del consagrado secular a modo de fermento. Así como el miembro de un IS es fermento en la masa del mundo, así también la formación ha de ser un fermento que transforme la propia vida para la transformación del mundo. Dada la peculiaridad de la consagración secular, la formación se esfuerza en alcanzar una síntesis entre elementos aparentemente opuestos, como consagración y vida secular,14 y entre formación co­mún y formación personalizada. El itinerario es realista, compatible tanto con las características del propio IS, como con las de sus miembros. Por ello cuenta con la dispersión y con la heterogeneidad cultural y con el escaso tiempo del que disponen. Es también un itine­rario personalizado, que tiene en cuenta la personalidad del miembro en formación,15 y el contexto vital en que vive, incluyendo sus relaciones con los demás, su formación perso­nal, sus deberes profesionales y so­ciales, y las posibilidades que ofre­ce su ambiente vital.16

En definitiva, el itinerario formati­vo ha de cuidar de la formación personal en un desarrollo comuni­tario,17 y debe conducir a la auto-formación, de modo que los miembros en todo momento se sientan responsables de su forma­ción,18 si bien atendiendo a las consignas formativas emanadas por el propio Instituto.

 

Estadios de formación

 

El camino de formación se inten­sifica en el periodo inicial de for­mación, pero se prolonga toda la vida. En nuestro instituto se estruc­tura en cuatro etapas.

Etapa prevocacional (que deno­minamos precatecumenado). La formación aporta al simpatizante una introducción a la vida consa­grada, a la vida consagrada secular en particular, y al carisma de nues­tro Instituto. Esta formación está centrada en la atención y segui­miento del mismo por el guía espi­ritual - apoyado por el responsable de formación inicial- y se intensi­fica en encuentros que denomina­mos "Jornadas de profundización en el carisma", coordinadas por el responsable de formación inicial.

Formación inicial (catecumenado o prueba inicial). En este periodo, que dura entre tres y cinco años, los candidatos van participando progre­sivamente, según su capacidad y preparación, bajo la guía de un formador-que suele ser el director lo­cal- en la vida y en las actividades del Instituto, poniendo particular atención a la vida espiritual y al apostolado propio del Instituto (Constituciones 13). En este perio­do cobran especial importancia las relaciones interpersonales y los en­cuentros de formación.19

Incorporación temporal (neofitado). La formación va dirigida espe­cialmente a la personalización del carisma. Según nuestra experiencia, es conveniente prolongar los encuen­tros formativos también a esta etapa, para favorecer la transición de una formación más guiada, - propia de la etapa inicial -, a la autoformación, ca­racterística de la siguiente etapa.

Incorporación perpetua (martiriado). Es la formación permanente. Es una formación personal y colectiva. Las funciones de ésta, como esta­blece la SCRIS, son múltiples: «inten­ta colmar las inevitables lagunas de las primeras fases; constituye una ayuda indispensable para una actualización continua, en el discer­nimiento de los verdaderos valores y en una lectura acertada de los sig­nos de los tiempos; permite supe­rar los momentos de cansancio, de­bidos a una vida intensa, al aisla­miento, a la edad o a otra circuns­tancia; mantiene el esfuerzo constante de renovación espiritual, di­rigido a impedir que se debilite la fidelidad total y creciente incluso cuando llegaran a faltar el ímpetu y el entusiasmo de los comienzos. Hace que estemos atentos a las nuevas exigencias que puede tener la presencia apostólica».20

 

Modalidades de formación

 

El itinerario formativo se recorre a través de distintas modalidades. En primer lugar, se programan en­cuentros específicos de formación, particularmente durante la forma­ción inicial. En ellos participa el mayor número de "profesores" po­sible, tanto del propio instituto como colaboradores. Se designan además tutores de formación, entre los miembros del Instituto con ma­yor nivel de formación.

De forma complementaria se pro­graman actividades de formación en el marco de convivencias regiona­les o generales.21 Pero principal­mente la formación se centra en la relación estrecha con los formadores, sobre todo con el director local, ya que la formación más importan­te es la que se vive día a día. La relación con los formadores ad­quiere formas diversas. Como co­menta la SCRIS, puede ser median­te «coloquios periódicos, relaciones escritas, correspondencia regular. Ahora bien, es muy conveniente que el formador no se limite a estas relaciones, sino que busque en­contrara la persona en formación en los momentos ordinarios de su vida; que conozca el ambiente de procedencia para captar mejor de­terminados aspectos de su persona­lidad y su modo de relacionarse con la realidad y con los demás. Son ocasiones que ayudan a indivi­duar mejor las líneas pedagógicas idóneas para ayudar a la persona a que descubra, desarrolle y afiance el sentido del compromiso y de la responsabilidad personal»22

Además de estos medios de forma­ción bien establecidos, el Instituto cuenta con otros medios de forma­ción entre los que cabe incluir la confidencia filial con los directores, la dinámica de la dirección espiri­tual, la vida de familia y los colo­quios. Abarca además «los ejercicios espirituales, los retiros periódicos, la liturgia y los sacramentos, la au­dición personal y comunitaria de la Palabra de Dios, la meditación dia­ria, el intercambio de experiencias de fe, la reflexión individual y de grupo sobre las Constituciones».23 Dada la dispersión de los miembros, y las dificultades que suelen existir para llevar a cabo encuentros de formación - sobre todo de candida­tos de Europa y América -, son útiles también los medios escritos: cartas, circulares, página web, la revista del Instituto, etc. Por último hay que se­ñalar también los medios de forma­ción externos al Instituto, tales como Facultades de Teología, u otras Instituciones de formación, así como la asistencia a jornadas o cursos genéricos o especializados.

 

Ámbitos de formación

 

Las dimensiones de la formación son múltiples, ya que abarcan toda la persona, e integran una forma­ción teórica y práctica, intelectual y vivencial. La formación se estructu­ra en cinco ámbitos: teológico, an­tropológico, formación en el carisma del Instituto, espiritualidad, y mi­sión, que pretenden distintos obje­tivos en función del estadio de formación del miembro. La formación en la secularidad cobra una gran im­portancia «entendida no solo como condición social, sino también como un valor que entra en el esti­lo de vida, en el seguimiento de los consejos evangélicos y en la realiza­ción del compromiso apostólico (...) como modo de vivir la vocación específica en el mundo y para el mundo; pero también de una forma­ción para la valentía, para la audacia apostólica, para la voluntad de una preparación mejor, para no ceder nunca al respeto humano»,24 y en ella se incluye la formación en la di­mensión profesional, para que cada miembro sea cada día más compe­tente en el ejercicio de su profesión. En definitiva, el Instituto vela para que cada miembro adquiera la for­mación personal que necesita para responder a la llamada en el Insti­tuto y para realizar su propia misión.

 

Caminando en cordada

 

Pablo VI, en una imagen utilizada también por Benedicto XVI, calificó la vida de los miembros de los IISS como la propia de alpinistas del espíritu.25 Ahora bien, los alpinistas, cuanto más difícil es el camino, más unidos van en la cordada. Esa es la experiencia de la formación permanente: se trata de unir a los miembros y de facilitar los medios para que el programa de formación se adapte a las circunstancias tanto del Instituto como de los miembros. El Responsable de Formación Per­manente es el coordinador y dinamizador del Plan de Formación, ayudado por una comisión de for­mación, integrada además por el responsable de Formación Inicial y cinco responsables de áreas temáti­cas. Los responsables de área se encargan de seleccionar los tutores para hacer el seguimiento del plan de formación, de seleccionar docu­mentos de lectura, de elaborar las guías de lectura y las actuaciones ne­cesarias (seminarios, guías para los coloquios, etc.) para hacer efectivo el plan de formación en su área, y por último, de proponer ponentes especialistas de los temas previstos. El plan de formación permanente se aplica a su vez en tres niveles, que no afectan por igual a todos los miem­bros: formación común, formación personalizada de profundización y formación de especialización.

Comentaremos algunos rasgos de cada una de ellas. La formación co­mún se estructura en planes triena­les, de modo que a lo largo de los tres años queden cubiertos todos los ámbitos de formación.

Para cada año se elige un tema orientador. Se procura que los te­mas a tratar sean de actualidad, aprovechando documentos impor­tantes, efemérides y cuestiones candentes de opinión pública que requieran profundización. La forma­ción se dirige a los miembros de in­corporación perpetua, y se desarro­lla a través de la elaboración y dis­tribución de guías de lectura de do­cumentos recomendados, así como de seminarios o coloquios de pues­ta en común de las reflexiones so­bre las lecturas, aprovechando en la medida de lo posible los encuen­tros de convivencias programados a lo largo del año.

Por último también abarca confe­rencias, seminarios y mesas redon­das de presentación de temas, que se celebran en convivencias regio­nales y generales. Además de la for­mación común, se elabora a princi­pios de cada curso una relación de posibles temas de formación. Cada miembro elige los temas que cree oportunos, teniendo en cuenta su nivel de formación, vocación propia, disponibilidad y otras circunstancias personales. Es la denominada for­mación personalizada. Los directo­res locales llevan el seguimiento de este plan de formación. En la medida de lo posible se faci­litan tutores para asesorar en la personalización del tema o temas ele­gidos. Teniendo en cuenta el núme­ro de miembros que trabajan un mismo tema, se facilitan actividades comunes de formación en Convivencias Generales o Regionales.

Finalmente, la formación de especia­lización se centra principalmente en la elaboración de pequeños ensayos de profundización (sobre todo en temas relacionados con el carisma), orientados a la prepara­ción de publicaciones. No obstan­te, para esta formación de especialización se anima a que los miem­bros que puedan cursen enseñan­zas regladas en Ciencias Religiosas, Teología y otros estudios de especialización en centros oficiales.

 

El recorrido formativo

 

El camino formativo nunca acaba, porque es particularmente exigen­te: un cambio de mentalidad pro­fundo, una identificación más y más plena con Cristo. Por ello «ningún miembro debe contentarse con la formación alcanzada, tanto en las disciplinas sagradas como en las temporales» (Constituciones 20). Además, la transformación del mundo exige de los miembros de los IISS una capacitación cada vez más plena de modo que «serán to­dos eficaces para la Iglesia y para el mundo que santifican desde dentro y por los medios del mundo, en la medida en que sean competen­tes» (idem).

Es un recorrido exigente, sí, pero que llena de entusiasmo, porque consiste en un encuentro y en una transformación cada vez más plena en Cristo. Nos ocurre como a los discípulos de Emaús, cuando se les abrieron los ojos y le reconocie­ron: “se decían uno al otro: «¿no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos expli­caba las Escrituras?». Y levantándose en el momento se volvieron a Jerusalén y contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo ha­bían reconocido al partir el pan”.26 El fruto de este itinerario formati­vo, «lo que nos ha pasado por el ca­mino», es el encuentro con Cristo, que se nos da en las Escrituras y en la Eucaristía. Es un encuentro que va transformando nuestro cora­zón en lo más profundo de nues­tro ser y le hace arder, y empren­der el camino de regreso al mun­do y a los hermanos, llenos de va­lentía para contar a todos esta ex­periencia transformadora.

 

NOTAS

1Lc24, 15ss.

2 JUAN PABLO II al Congreso Mundial de II SS, 1984

3 Verbum Domini 83.

4 Benedicto XVI, Discurso a los Institutos Se­culares con motivo del 60

aniversario de la Constitución Apostólica Provida Mater EccIesia, 3.2.2007.

5 Verbum Domini, n 84.

6 Cf  Sacrada Congregación para los Religio­sos y los Institutos Seculares (SCRIS),

La for­mación en los Institutos Seculares, 1980.

7 Cf Vita Consecrata, nn 69-70.

8 SCRIS 1980, op. cit.

9 ídem.

10   Cf Benedicto XVI, 2007, op. cit.

11 “Lo que hace que vuestra inserción en las vicisitudes humanas constituya un lugar teológico es el misterio de la Encarnación" (Benedicto XVI, 2007, op. cit)

12 Vita consecrata 68.

13        Perfectae caritatis 11.

14       Cf. SCRIS 1980, op. c/f.

15       "Es decir, el conjunto de sus capacidades y de sus límites, así como también el

nivel de desarrollo al que, por la formación ya re­cibida o no recibida anteriormente,

haya po­dido llegar" (SCRIS 1980, op cit).

16       Cf SCRIS 1980, op.cit.

17      "Así pues, la formación deberá ser perso­nal en una integración comunitaria: el

cre­cimiento de la persona depende también de la capacidad de permanecer, en los

distintos sectores de la vida, en una relación profun­da con los demás, y del

desarrollo del sen­tido de fraternidad y de real comunión den­tro del Instituto,

entendido como comuni­dad reunida por Cristo" (SCRIS 1980, op. cit).

18   La formación "debe ser querida y asumi­da activamente por la persona (...) Una

formación en la que uno se limitara a recibir sería estéril" (SCRIS 1980, op.cit).

19   Cf SCRIS 1980, op. cit.

20   SCRIS 1980, op. cit.

21   Cf SCRIS 1980, op. cit

22   SCRIS 1980, op. cit.

23   ídem.

24  ídem.

25   pablo VI, 26.9.1970; Benedicto XVI, 3.2.2007.
26 Lc31ss.

 

 

 

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